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martes, 31 de marzo de 2015

31 de marzo: Santa Balbina de Roma

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Balbina, cuyo título situado en el Aventino muestra la veneración que se tributó a su nombre (antes de 595).

Etimológicamente: Balbina = Aquella con dificultad para hablar, es de origen latino.

Se encuentran en Roma recuerdos de Santa Balbina en tres puntos diferentes, que están relacionados con las primeras antigüedades de la Cristiandad en esa ciudad.

En el relato puramente legendario del martirio de San Alejandro (acta SS., Maii, I, 367 sqq.) se menciona al tribuno Quirino, quien murió mártir y fue enterrado en la catacumba de Praetextatus sobre la Via Appia.

Su gracia fue estimada con gran veneración y se describe en los viejos itinerarios (guías para los peregrinos) de las catacumbas romanas. La tradición dice que su hija Balbina, quien había sido bautizada por San Alejandro y que pasó su vida siendo soltera, fue enterrada luego de la muerte de su padre en la misma catacumba.

La fiesta de Santa Balbina se celebra el 31 de marzo. Usuardo habla de ella en su martirologio, y su relato de Santa Balbina se apoya en los registros del martirio de San Alejandro.

Existe otra Balbina cuyo nombre fue dado a una catacumba (come. Balbinae) que se extiende entre la Via Appia y la Via Ardeatina, a poca distancia de la pequeña Iglesia llamada Domine quo vadis (Dónde vas Señor).

Sobre este cementerio en el siglo cuarto el Papa Marcos erigió una basílica. Existe todavía sobre la pequeña Aventina dentro de la misma ciudad el viejo título de San Balbina, primero mencionado en un epitafio del siglo sexto y en las firmas del Consejo romano (595) en tiempos del Papa Gregorio I. Esta iglesia fue erigida en un antiguo y amplio salón. Su santo titular se supone es idéntico con San Balbina que fue enterrada en las catacumbas de Praetextatus y cuyos huesos junto con los de su padre fueron traídos aquí en fecha más tardía. Sin embargo, no es seguro que los dos nombres se refieran a la misma persona.

(fuente: catholic.net)

otros santos 31 de marzo:

- Beata Natalia Tulasiewicz
- San Benjamín

lunes, 30 de marzo de 2015

30 de marzo: San Zósimo de Siracusa

S. ZOSIMO (417-418) Griego. Fue elegido por señalación de Inocencio. Su pontificado fue breve y atormentado, debido a la herejía pelagiana que había seguido difunidiéndose.

Este papa pecó de ingenuidad, rehabilitando una primera vez al pelagiano Celestio, que había sido condenado por S. Agustín y por los obispos africanos en el concilio de Cartago. Se mantuvo firme en su posición hasta que un nuevo concilio decretó la misma condena.

Ahí Zósimo, con una carta llamada "Tractoria" tomó una postura, condenó el pelagianismo, y defino el dogma del pecado original, indicando en la gracia divina el único medio para la salvación espiritual.

Otra equivocación la cometió cuando estableció que los sacerdotes y los diáconos excomulgados por los obispos africanos podían acudir a Roma o bien a las iglesias cercanas para ser juzgados y rehabilitados. Una disposición que fue considerada una indebida ingerencia en campo disciplinario. No hubo secuelas, gracias a la actitud conciliadora de los obispos africanos que no levantaron ningún problema.

Su cuerpo es conservado en la iglesia romana de S. Lorenzo Extramuros.

(fuente: ewtn.com)

otros santos 30 de marzo:

- San Pedro Regalado
- San Juan Climaco

domingo, 29 de marzo de 2015

29 de marzo: San Gundleus (Gundleius o Gwynnllyw)

Rey de Gales Su nombre no consta en el Martirologio Romano actual

Propuso matrimonio santa Gladys, la hija de Brychan de Brecknock.

Cuando Brychan se negó, él la secuestró, y se cuenta que los primeros años de su matrimonio no fueron muy ejemplares que digamos.

Padre de San Cadoc quien fue los convenció a Gundleus y a Gladys que dejaran su forma de vida, y sigan un camino religioso.

Ingresó a un monasterio en Newport, Monmouthshire.

Ya muy mayor se volvió un ermitaño en Gales.

Una catedral anglicana se dedica a él en Newport, Gwent, Gales.

La fiesta de Gundleus y de su mujer es hoy.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

(fuente: catholic.net)

otros santos 29 de marzo:

- Santa Gladys
- Beato Bertoldo del Monte Carmelo

sábado, 28 de marzo de 2015

28 de marzo: San Guntrano

Hoy, 28 de marzo, conmemoramos a San GUNTRANO, Rey.

SAN GUNTRANO (525-592) fue hijo de Clotario I, rey de los francos, y nieto de Clodoveo y de la reina Santa Clotilde.

Al morir su padre, San Guntrano repartió el reino con sus hermanos; él quedó entonces como rey de Borgoña y Orléans. Por naturaleza era de temperamento iracundo, y amante de los placeres y de la buena vida.

Repudió a tres esposas porque ninguna pudo darle un heredero. Hasta que comprendió que ésa era la voluntad de Dios y se convirtió al cristianismo, como lo hicieran hacia esa época tantos hijos de familias de la nobleza bárbara.

Como rey, gobernó con sabiduría, aplicando, incluso, mano de hierro cuando tuvo que hacerlo. Han habido pocos monarcas en el mundo con tanta popularidad como la suya. Amaba tiernamente a sus súbditos y perdonaba generosamente a sus enemigos. Y cumplió de manera cabal con todos los deberes de un rey.

Durante una peste, se ofreció como víctima al Señor para que se librara el pueblo. Después de haber fundado y dotado a muchas iglesias y monasterios, y de haber procurado la concordia entre su gobierno y las autoridades eclesiásticas, San Guntrano distribuyó sus riquezas personales entre la Iglesia y los pobres.

Piadoso y generoso, además de noble de espíritu, San Guntrano llevó siempre una vida sencilla; le gustaba practicar la penitencia y el ayuno. Falleció en su residencia de Chalon-sur-Saone. El amor que su pueblo le tuvo logró que se le canonizara ya desde el siglo VII.

SAN GUNTRANO nos enseña la sabiduría que se esconde detrás del desprendimiento.

(fuente: santoral-virtual.blogspot.com.ar)

otros santos 28 de marzo:

- San José Sebastián Pelczar
- San Proterio de Alejandría

viernes, 27 de marzo de 2015

27 de marzo: Beata Panacea de'Muzzi

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Quarona, junto a Novara, del Piamonte, en Italia, beata Panacea de’Muzzi, virgen y mártir, que a los quince años de edad, estando orando en la iglesia, fue asesinada por su propia madrastra, que siempre la atormentaba (1383).

Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado el 5 de Septiembre de 1867 por el Papa Pío IX.

Nació en el año 1368 en Quarona, diócesis de Novara, Italia.

Su madre, que era ya una mujer muy mayor, murió cuando Panacea era una infante.

Pamacea ayudaba a su familia trabajando como pastora.

Su padre se volvió a casar, con Margarita de Locarno Sesia, quien rápidamente desarrolló un odio hacia la muchacha ya que ella no trabajaba como le ordenaba, sumado al hecho de que mientras Margarita odiaba la religión, Panacea era una niña muy piadosa.

El conflicto culminó cuando Margarita asesinó a Panacea, apuñalandola con un huso, mientras la muchacha estaba orando.

Era la primavera de 1983.

Fue enterrada en Ghemme, Novara, y desde un incio fue considerada una mártir por la gente de la localidad, desarrollándose devosión casi inmediatamente.

(fuente: catholic.net)

otros santos 27 de marzo:

- San Ruperto de Salzburgo
Beato Francisco Faà di Bruno

jueves, 26 de marzo de 2015

26 de marzo: San Pedro de Sebaste

Obispo; nació aproximadamente en 340 y murió en 391. Perteneció a la ricamente bendecida familia de Basilio el Mayor y Emelia de Cesarea de Capadocia, de la cual también nacieron Santa Macrina la Joven y los dos grandes doctores San Basilio el Grande y San Gregorio de Nisa. Fue el más joven de una numerosa familia (diez hermanos), y Macrina su hermana mayor, ejerció una gran influencia en su formación religiosa, en calidad de su instructora en el camino de la perfección cristiana, y lo dirigió hacia la vida espiritual y ascética.

Renunció al estudio de las ciencias profanas y se dedicó a la meditación de las Sagradas Escrituras y al cultivo de la vida religiosa. Poco después de su hermano a la sede episcopal de Cesarea, Pedro recibió de él la ordenación sacerdotal, pero posteriormente se retiró de los asuntos activos y se dedicó a llevar la vida de un asceta solitario. Ayudó a su hermana hacia la consecución de las metas de su vida, y la ayudó a ella y a su madre en su establecimiento monástico luego de la muerte de su padre (Gregorio de Nisa, “Vita s. Macrinae”).

Aproximadamente en el año 380-381 fue elevado a la sede de Sebaste en Armenia y, sin desplegar ninguna actividad literaria, tomó posición al lado de sus hermanos Basilio y Gregorio en su lucha contra la herejía arriana (Teodoreto, “H.E.”, IV, XXVII). En su vida y administración episcopal demostró las mismas espléndidas características de Basilio. Unido a sus hermanos de una forma muy estrecha, siguió los escritos de ellos con gran interés. Llevado por su consejo, Gregorio de Nisa escribió su gran obra “Contra Eunomio”, en defensa del libro de Basilio en el que respondía a una obra polémica de Eunomio. Fue también por su deseo, que Gregorio escribió el “Tratado sobre la Obra de los Seis Días”, a fin de defender un trabajo similar de Basilio contra falsas interpretaciones y a completarlo. Otra obra de Gregorio, “Sobre la Dotación del Hombre”, también fue escrito por sugerencia de Pedro, la cual envió a éste con un prefacio apropiado como regalo de Pascua en 397.

No tenemos información detallada en lo concerniente a su actividad como obispo, excepto que estuvo presente en el Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla en 381. Luego de su muerte en 391 fue venerado como un santo. Su fiesta se celebra el 8 y 9 de enero.

Bibliografía: Acta SS., 1 enero, 588-590; BUTLER, Lives of the Saints, I, 9 de enero; vea la bibliografía de los artículos San Basilio el Grande y San Gregorio de Nisa.

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "St. Peter of Sebaste." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. .

Traducido por Giovanni E. Reyes. lhm 


(fuente: ec.aciprensa.com)

otros santos 26 de marzo:

- Beata Magdalena Catalina Morano
- San Braulio de Zaragoza

miércoles, 25 de marzo de 2015

25 de marzo: Beato Emiliano (Omeljan) Kovc

Sacerdote de la Archieparquía de Lvov de los ucranios

Martirologio Romano: En la ciudad de Majdanek, cerca de Lublín, en Polonia, beato Emiliano Kovc, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra fue deportado a un campo de concentración, donde, por el combate de la fe, alcanzó la vida eterna (1944).

Etimológicamente: Emiliano = Aquel que es gentil y amable, es de origen latino.

Fecha de beatificación: 27 de junio de 2001 por el Papa Juan Pablo II.

Cuando el Papa Juan Pablo II hizo su viaje pastoral a Ucrania, entre los muchos actos que llevó a cabo en tan poco tiempo, uno de los más importantes fue, sin duda, la beatificación de varios ucranianos y ucranianas.

En el discurso, con motivo de tal evento, el Papa –al dirigirse a los jóvenes–, les dijo: "Queridos jóvenes. Vuestro pueblo está viviendo un paso difícil y complejo desde el paso del régimen totalitario –que lo ha oprimido durante tantos años– a una sociedad libre y democrática. La libertad requiere conciencias fuertes, responsables y maduras. La libertad cuesta más que la esclavitud.. No paséis del régimen comunista al del consumo. Es otra forma de materialismo que, sin rechazar a Dios, en la realidad lo niega".

Nació el 20 de agosto de 1884 en Kosmach (región de Stanislaviv, actualmente Ivano-Frankivsk).

Fue ordenado sacerdote en 1911 e incardinado en la diócesis de Stanislaviv. En 1922 pasó a la archieparquía de Lvov, y ejerció su ministerio pastoral en Przemyslijany, en la región occidental de Ucrania.

Los comunistas lo encarcelaron en 1941, pero fue liberado por las tropas alemanas.

En 1942 los alemanes encerraron a los judíos en la zona del gueto. Acusado de ayudar a los judíos a evitar la deportación, fue arrestado el 30 de diciembre de 1942 y trasladado al campo de concentración de Majdanek, en la cercanías de Lublin (Polonia).

Murió allí el 25 de marzo de 1944, a los 60 años.

Juan Pablo II lo ha llevado al honor de los altares juntamente con otros 26 ucranianos:

- Mycola Čarneckyj (Obispo, Exarca Apostólico de los ucranios de Volyn’ y Pidljašja, de la Congregación del Santísimo Redentor (1884-1959}) y 24 compañeros:
- Gregorio Khomyšyn, Obispo de Stanislaviv de los ucranios, actualmente Ivano-Frankivsk (1867-1945)
- Josafat Kocylovskyj, Obispo de Peremyšl de los ucranios, de la Orden Basiliana de San Josafat (1876-1947)
- Simeón Lukač, Obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana "clandestina" (1893-1964)
- Basilio VeIyčkovskyj, Obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana "clandestina", della Congregacióne del Santísimo Redentor (1903-1973)
- Iván Slezyuk, Obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana "clandestina" (1896-1973)
- Mykyta Budka, Obispo auxiliar de Lvov de los ucranios, primer obispo de los católicos ucranianos de Canadá (1877-1949)
- Gregorio Lakota, Obispo auxiliar de Peremyšl de los ucranios (1883-1950)
- Leonidas Fëdorov, Exarca de los católicos rusos de rito bizantino y sacerdote de los Monjes Estuditas (1879-1935)
- Mykola Konrad, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1876-1941)
- Andrés Iščak, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1887-1941)
- Román Lysko, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1914-1949)
- Mykola Cehelskyj, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1896-1951)
- Pedro Verhun, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios y visitador apostólico para los católicos ucranios residentes en Alemania (1890-1957)
- Alejandro Zaryckyj, Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1912-1963)
- Clemente Šeptyckyj, Sacerdote profeso de los Monjes Estuditas ucranianos y archimandrita del Monasterio de Univ (1869-1951)
- Severiano Baranyk, Sacerdote profeso de la Orden Basiliana de San Josafat (1889-1941)
- Joaquín Senkivskyj, Sacerdote profeso de la Orden Basiliana de San Josafat (1896-1941)
- Cenobio Kovalyk, Sacerdote profeso de la Congregación del Santísimo Redentor (1903-1941)
- Vidal Bajrak, Sacerdote profeso de la Orden Basiliana de San Josafat (1907-1946)
- Ivín Ziatyk, Sacerdote profeso de la Congregación del Santísimo Redentor y vicario general de la Iglesia greco-católica ucraniana (1899-1952)
- Tarsicia (en el siglo, Olga), Religiosa profesa de la congregación de las Esclavas de María Inmaculada (1919-1944)
- Olimpia (en el siglo, Olga), Religiosa profesa de la Congregación de las Religiosas de San José (1903-1952
- Lorenza Harasymiv (en el siglo, Leocadia ), Religiosa profesa de la Congregación de las Religiosas de San José (1911-1952)
- Vladimiro Pryjma, Laico y padre de familia, cantor (1906- 1941)
- Teodoro Romża (1911-1947)
- Josafata Hordashevska (en el siglo, Micaela ) (1869-1919)

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

(fuente: catholic.net)

otros santos 25 de marzo:

- Santa Margarita Clitherow
- Santa Lucía Filippini

martes, 24 de marzo de 2015

24 de marzo: San Agapito de Sínada

Obispo de Sínada
Santo Tradicional, no incluido en el actual Martirologio Romano

Martirologio Romano (1956): En Sínada de Frigia (Turquía), san Agapito, Obispo


Breve Biografía

Esta santo que recordamos hoy, murió en el siglo III. Nació en Roma en el seno de la familia Anicia.

Su fe era tan firme que no dudó lo más mínimo en dedicarse a evangelizar. Se alimentaba de una continua oración y de la presencia de Dios en cuanto pensaba y hacía.

Fue obispo de Sínada, en Frigia (hoy Çifitkasaba, en Turquía). Una de las armas de su apostolado fue la correspondencia. Quedan muchas cartas de en las que se relatan sus dones taumatúrgicos y el sentido de su apostolado epistolar.

Una de estas cartas, dirigidas a su amigo san Teófilo, obispo de Alejandría, dice:"Si me dices, muéstrame a tu Dios", te diré yo a mi vez: "Muéstrame primero a tu hombre y te diré quién es mi Dios".

Cuando fue elegido obispo ,tuvo que afrontar un problema serio: Belisario, general de Justiniano, había entrado en Italia para luchar contra los Godos. Su intención era someter la península bajo la jurisdicción de Constantinopla.

El rey godo le pidió al Papa que intercediera para que no llevase a cabo su propósito.

Agapito fue a Oriente pero no logró nada en su misión. No obstante tuvo el valor de excomulgar al patriarca Antimo, y en su lugar consagró obispo a Menas con la aprobación del propio Justiniano. De vuelta a Roma murió de repente.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com 
 (fuente: catholic.net)

otros santos 24 de marzo:

- Beato Diego José de Cádiz
- Santa Catalina de Suecia

lunes, 23 de marzo de 2015

23 de marzo: San José Oriol

«Su vida fue una permanente catequesis para quienes conocieron a este santo catalán, dechado de humildad. Era pobre con los pobres ejerciendo su admirable caridad con los enfermos, indigentes, reclusos, militares y niños, entre otros»

Madrid, 23 de marzo de 2015 (Zenit.org) Dios concedió muchos dones a este santo nacido en Barcelona, España, el 6 de mayo de 1650. Entre otros, el de la dirección espiritual y el de la penetración de corazones. Era un maestro en el cultivo de la pobreza y de la oración, que efectuaba postrado durante horas ante el Santísimo Sacramento. Su piedad era manifiesta siendo monaguillo y cantor en la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona. Tanto es así que los sacerdotes le costearon los estudios. Al morir su padre, su madre contrajo nuevas nupcias. Pero al enviudar Gertrudis por segunda vez se encontraron con serias carencias. Seguramente sus benefactores tendrían en cuenta esta precaria situación familiar. Era tal el candor de José que no había duda de que estaba llamado a ser un gran santo. El único problema que tuvo que afrontar siendo estudiante fue la parálisis de una de sus piernas que le obligó a permanecer recluído en cama durante un tiempo.

Después, doctorado en filosofía y en teología, recibió el sacramento del sacerdocio en mayo de 1676 en la localidad de Vich. Entonces orientó su acción a educar a los jóvenes. En un momento dado, Dios le permitió atisbar parte de su alma. Quedó tan impresionado de lo que vio, que tomó la resolución de vivir con espíritu de penitencia y ayunar todos los días. En esa época se hallaba al servicio de la familia Gasneri como preceptor de los hijos, simultaneando esta labor con la de párroco en San Felipe Neri. Aceptó temporalmente el trabajo con objeto de paliar las dificultades por las que atravesaban su madre y hermanos. Pero era un hombre que amaba la pobreza. Le costaba hallarse rodeado de abundancia como la que veía en el hogar.

Un día en este domicilio se produjo un episodio impactante para él desde el punto de vista espiritual. En el transcurso de un almuerzo hasta en tres ocasiones extendió el brazo para proveerse de unas exquisitas viandas, y se vio impedido por una fuerza sobrenatural para lograr su propósito. Interpretó el hecho como una invitación a someterse para siempre al más riguroso ayuno. No se retractó de ello el resto de su existencia. Se alimentó de pan y de agua. El pan, elegido por él entre el menos apetitoso –si podía encontrarlo viejo y pasado, mejor–, y se abastecía del agua en las fuentes públicas que hallaba al paso. La única licencia que se permitía era añadir unas hierbas a tan frugal comida los domingos, y las obtenía gratuitamente tomándolas de la ladera del monte Montjuic. Siempre vivió de la beneficencia; lo poco que tenía era de los pobres. Tanta era su austeridad que ni siquiera poseía una cama.

Estos gestos de piedad y sus mortificaciones, insólitas para la mayoría de la gente, eran bien conocidos en la ciudad. Con sus modales exquisitos y la profundidad de su consejo alentaba a todos a vivir la santidad, enseñándoles que no se basa en actos puntuales externos y que debe discurrir afianzada en la oración. Los que se acercaban a él partían edificados por su alegría y confianza. Era dador de paz. En sí mismo, su ejemplo constituía ya una catequesis permanente. Viéndole cómo actuaba, se enamoraban de Dios. Era su mejor apostolado. Lo testimonial cala siempre en el corazón de las personas.

No llegó a cumplir una década con esta familia acomodada, porque falleció su madre, y sus hermanos se hallaban una situación económica menos comprometida. Viviendo pobremente, como siempre hizo, intensificó su labor caritativa. Auxiliaba a los enfermos, indigentes, reclusos, militares, niños… En 1686 peregrinó a Roma. En los meses de permanencia en la Ciudad Eterna, a la que llegó con cartas de recomendación que ensalzaban su altura humana y espiritual, alcanzó su sueño de entrevistarse con Inocencio XI. Amigos cardenales lo hicieron posible. El papa le otorgó una prebenda en la parroquia de Santa María del Pino de Barcelona. En ella ejerció su acción pastoral con abundantes frutos. Pero no le faltaron detractores. Llevaron sus quejas al prelado y le acusaron ante él de imponer a los penitentes mortificaciones como las suyas.

A la muerte del obispo, que vetó su labor apostólica, siguió en manos de su sucesor. De todos modos, José quiso ser mártir ardientemente. Por eso, en abril de 1698 partió rumbo a Roma de nuevo, a pesar del clamor de las gentes que temían perderle e intentaron disuadirle para que permaneciese entre ellas. Él pensaba que allí obtendría de la Santa Sede la gracia de poder encaminarse al martirio. Pero la voluntad divina fue que enfermase en Marsella, y la Virgen le hizo ver que debía proseguir su misión en Barcelona atendiendo a los enfermos.

Aunque Dios obró numerosos prodigios por su mediación, siempre los atribuyó al arrepentimiento que mostraban quienes le abrían su corazón. Les hacía ver que eran sanados directamente por Él. Humilde y sencillo, rechazó frontalmente cualquier intento de considerarle artífice de signos extraordinarios. Fue agraciado con el don de profecía, de levitación, y de milagros. Dios le concedió sanar a los enfermos con una simple bendición. Un inmenso gentío, que procedía no solo de Barcelona sino de otros lugares, se arremolinaba en torno a él esperando recibir la aspersión del agua bendita y la señal de la cruz trazada sobre ellos.

Algunos de sus numerosos milagros fueron memorables. Dos en particular llaman la atención. El que hizo que recuperase la pierna gangrenada un joven que iba a verla amputada. Y el obrado con un maltrecho paralítico que vivía de la limosna de los parroquianos y que pudo caminar súbitamente. José vaticinó su propia muerte, que se produjo el 23 de marzo de 1702 a consecuencia de una pleuresía cuando tenía 52 años. Sus postreros instantes discurrieron en una habitación que le prestó un cuchillero. Se hallaba rodeado de la gente del barrio que tanto cariño le profesaba, de amigos sacerdotes y seglares. Desde la escolanía de la capilla del Palau cantaban en ese momento, como él había solicitado, el Stabat Mater. Pío VII lo beatificó el 21 de septiembre de 1806. Pío X lo canonizó el 20 de mayo de 1909.

escrito pro Isabel Orellana Vilches (23 de marzo de 2015) © Innovative Media Inc.

otros santos 23 de marzo:

- San Toribio de Mogrovejo
- Beato Marcos de Montegallo

domingo, 22 de marzo de 2015

22 de marzo: San Nicolás Owen


«Este campeón de la fe, carpintero y albañil de profesión, fue un jesuíta obediente y valeroso. Utilizó su creatividad e ingenio para salvar de la muerte a muchos hermanos. Fue cruelmente torturado en la Torre de Londres»

Madrid, 22 de marzo de 2015 (Zenit.org) Nació en Oxford, Inglaterra, a mediados del siglo XVI. Su padre, que era carpintero, tuvo un papel predominante en su educación religiosa y en la de sus hermanos. Les infundió fortaleza en la defensa de la fe en un periodo histórico agitado, difícil y peligroso para los creyentes, tras la Reforma impulsada por Enrique VIII. Muchos de ellos fueron mártires. Entre otros, santo Tomás Moro y los Cartujos, hechos dramáticos que Nicolás conoció de cerca. No se trataba de una persona ajena a la Iglesia. Desde muy joven estaba vinculado a los jesuitas. Además, su hermano mayor, que era impresor, editaba y distribuía libros católicos desafiando al peligro que constantemente acechaba a su vida. Se enfrentaba al riesgo de perderla con heroica determinación por amor a Cristo. Otros dos hermanos fueron ordenados sacerdotes. Cuando pudo, Nicolás les ayudó económicamente.

Era un hombre valeroso y audaz. Un carpintero y albañil sumamente hábil, cualidad heredada de su padre, que iba a serle de gran utilidad desde el punto de vista apostólico. En 1580 entró en contacto con los jesuitas Roberto Persons y san Edmundo Campion. Persons, que era el superior y acababa de cruzar el canal de la Mancha, aceptó a Nicolás en un momento en el que no sabía si podía admitirlo dadas las circunstancias que atravesaban. Le encomendó que guardase el hecho en secreto, y éste cumplió la petición a rajatabla. Ni siquiera los que eran jesuitas entonces y los que se incorporaron después pudieron imaginar la existencia de tan afortunado vínculo. Fue compañero y discípulo de Campion, detrás del que cabalgaba amparado en un disfraz, como hacía él, y así aprendió a orar mientras le seguía en su caballo, yendo a evangelizar.

El primogénito de la familia Owen fue editor de la obra de Campion, que fue detenido y murió martirizado el 1 de diciembre de 1581. Pero en el infausto momento de ser apresado, Nicolás se hallaba ausente. Después le asistió, ayudó e hizo por él cuanto estuvo en su mano. Y desde luego, lloró amargamente su muerte. Ante este imenso dolor, el consejo de actuar con prudencia que le dio su superior se congeló en sus labios. Testimonió a favor de Campion y de los martirizados junto a él. Por ello, fue detenido y torturado. No contento con los castigos que le aplicaron, añadió nuevos tormentos, gozoso de dar su vida por Cristo. No delató a nadie. No lograron arrancarle ni una palabra, y muy astutamente simuló ser una persona insignificante; un simplón. Poco después, recuperó la libertad ya que alguien había pagado un rescate.

Aunque en Inglaterra no habían quedado jesuitas, era un hombre avispado que poseía numerosos recursos y no tuvo problemas para su sostenimiento. Sus oficios le permitieron ganarse la vida. Por supuesto, continuaba manteneniendo enhiesta su fe. Es fácil imaginar su alegría cuando en medio de ese desierto impuesto por los enemigos, descubrió a otro jesuita, y también se comprende su sentimiento de pesar al tener que separarse de él obligado por la difícil situación que gravitaba sobre los paladines de la fe. Cuando llegaron nuevos religiosos en 1586 se unió a ellos y quedó bajo el amparo del superior padre Garnet.

Dieciocho años, los que le quedaban de vida, permaneció junto a sus hermanos siendo patente su fe, audacia, fortaleza y ardor apostólico. Había sido muy generoso con la comunidad, incluso antes de establecer con ella un compromiso vivencial. El padre Garnet lo había atestiguado por carta: «Nosotros tenemos como bienhechores a un buen número de laicos, todos muy bien conocidos. Uno de ellos es un carpintero. Quiera Dios que un día pueda ingresar en nuestra Compañía. Él tiene una extraordinaria habilidad y maestría, digna de toda confianza, para construir gratuitamente en todo el país escondites que permiten a los sacerdotes católicos estar seguros del furor protestante. Cualquier dinero que es forzado a recibir por sus trabajos, él lo da a sus dos hermanos presos, uno sacerdote y el otro un laico». Y no se equivocó. La labor que realizó Owen no tuvo precio. En perfecta comunión con Garnet, utilizó sus conocimientos y los dosificó con astucia sabiendo burlar a los infiltrados; así pudo seguir difundiendo el mensaje de Cristo. Su profesión le permitió desarrollar su creatividad e ingenio. Salvó a muchos que se ocultaron en los sorprendentes escondites secretos que proyectó y materializó.

El proceso que le condujo al fin se dilató en el tiempo permitiéndole corroborar la autenticidad de su fe, de la que dio pruebas fehacientes aún en circunstancias de extrema dureza. El 23 de abril de 1594 fue detenido por segunda vez, torturado y, después, liberado. Reinaba Jacobo I y sus esbirros le habían aplicado terribles tormentos, pero nunca pudieron arrancarle nombres ni lugares donde se refugiaban. Supo que un sirviente les había delatado a él y a otros jesuitas. Al salir –alguien pagó una fianza– trató de rescatar a sus compañeros de Orden. Difícil y peligrosa empresa. El padre Gerard fue trasladado a la tenebrosa Torre de Londres siendo sometido a crueles suplicios. Nicolás organizó un plan para ponerlo a salvo. Más tarde, emitió los votos. Hasta ese momento su admisión había permanecido en secreto. Se convirtió en compañero inseparable del padre Gerard, y poco después sufrió un accidente con un caballo. Aunque fue operado, quedó cojo.

En 1605 Owen y otros jesuitas fueron apresados después de haber logrado burlar a sus perseguidores durante un tiempo en diversos refugios construidos por él. Lo recluyeron en Marshalsea y más adelante fue conducido a la Torre de Londres, donde estaba confinado el padre Garnet. Allí fue brutalmente torturado en 1606. Tal como había hecho en anteriores ocasiones, no confesó, ni traicionó a nadie. Y, por supuesto, no develó ningún escondite. El 22 de marzo de ese año la violencia de los tormentos tuvo un efecto devastador en su cuerpo ya martirizado y terminó con su vida. Fue canonizado el 25 de octubre de 1970 por Pablo VI, siendo aclamado como un campeón de la fe en Inglaterra.

escrito por Isabel Orellana Vilches (22 de marzo de 2015) © Innovative Media Inc.

otros santos 22 de marzo:

- Beato Cardenal Clemens August von Galen
- Santa Catalina de Suecia

sábado, 21 de marzo de 2015

21 de marzo: Beato Miguel Gómez Loza

«Laico mexicano, mártir de Cristo Rey. Junto al beato Anacleto González lideró la asociación católica. Fue impulsor de la prensa católica; fundó la sociedad de Propagación de la Buena Prensa»

Madrid, 21 de marzo de 2015 (Zenit.org) La intensa vida de este laico, altamente comprometido con la Iglesia, la inició el 11 de agosto de 1888 en Paredones, Jalisco, México, en el seno de una humilde familia de campesinos. La exquisita tutela ejercida con su madre Victoriana, unida a un infinito agradecimiento por haberle dado la vida, hizo que él y Elías, el primogénito y su único hermano, alteraran el orden de sus apellidos cuando ya el cabeza de familia había muerto y Elías se disponía a ingresar en el seminario. También influyó en las decisiones que Miguel tuvo que tomar relacionadas con su futuro, en particular sus estudios, ya que eso suponía tener que abandonar la aldea donde vivían y dejar sola a la madre que dependía de él. Un gesto que da idea de la sensibilidad de este gran hombre, que iba a coronar con su sangre su amor por Cristo y la Iglesia.

Era valeroso, audaz, creativo, apasionado, coherente y fiel. No le costó acceder a misiones de responsabilidad dentro de los movimientos defensores de la Iglesia. Hermanado con el también beato Anacleto González, ambos lideraron la Asociación católica siendo referentes ineludibles para los jóvenes mexicanos. La huella que había dejado en su parroquia como acólito, catequista y sacristán, unida a su actividad como promotor de acciones que repercutían en el bien de los vecinos, como el establecimiento de cajas de ahorros, ponían de relieve su valía.

Ingresó en el seminario de Guadalajara, que abandonó al constatar que no tenía vocación para el sacerdocio, y cursó derecho. Pero, poco antes, en 1913, marcando una época de febril actividad se afilió al Partido Católico Nacional y al grupo estudiantil de La Gironda. Anacleto y él, que fueron parejos casi hasta en la muerte, se vincularon a la Congregación Mariana del Santuario de San José de Gracia y asumieron la dirección de la Unión Latinoamericana, que se había creado entonces. Hombre idealista, llevado de su pasión y ardor apostólico, Miguel no dudaba en enfrentarse a quien se pusiera en contra de los principios cristianos. Eso le acarreó disgustos y contratiempos, entre otros, un arresto. Siendo estudiante universitario en Morelos el celo que le caracterizaba le llevó a mostrar su frontal oposición a las tesis sostenidas por un partidario del presidente Juárez. Si había que ir lejos, lo hacía. Esa fue la tónica de su vida.

Impulsó la prensa católica y fundó la sociedad de Propagación de la Buena Prensa. Siendo uno de los instauradores de la Asociación católica de la juventud mexicana, desde ella siguió promoviendo numerosas acciones sociales y editoriales marcadas por la aparición de diversas publicaciones. Su papel activo en defensa de la fe eclesial seguía ocasionándole problemas, en este caso, profesionales. De hecho, no logró que avalaran sus estudios con el título acreditativo correspondiente. Aún así, continuó luchando sin desmayo.

Contrajo matrimonio con Mª Guadalupe Sánchez Barragán a finales de 1922. De él nacerían tres hijas. Establecido con su familia en los Altos de Jalisco se integró en la parroquia y desplegó su buen hacer entre los vecinos, granjeándose su respeto y afecto. Fue testigo de la bendición de la primera piedra del monumento dedicado a Cristo Rey que pensaba erigirse en Guanajuato. Ello se produjo en un momento difícil desde el punto de vista político, que fue derivando progresivamente a situaciones de alta incomodidad y serio riesgo para su vida. Sufrió el destierro instigado por el alcalde de Arandas, de manera arbitraria e injusta, sin que mediara juicio alguno. Durante tres meses tuvo que afincarse en Jalpa de Cánovas siendo, como siempre, ardiente y activo promotor de los valores cristianos.

De regreso a Guadalajara ingresó en la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. Cuando en 1924 el gobernador de Jalisco decretó el cierre del seminario, tuvo en Miguel un bravo competidor a través de la Unión Popular fundada por él junto a Anacleto en 1925. Llegó a oídos de la Santa Sede su excepcional labor y le otorgó la cruz Pro Ecclesia et Pontifice, siendo galardonados también sus compañeros. En febrero de 1926 volvió a ser encarcelado y prosiguió una encendida labor apostólica orando junto a los reclusos y difundiendo la Palabra de Dios. En abril salía de la cárcel, cuando fue nuevamente apresado por la policía secreta. En ese instante se libró, puede que hasta de una muerte segura, por la mediación ejercida por un puñado de amigos. Una vez se vio en la calle lideró un movimiento de jóvenes afines a la Unión Popular que partieron dispuestos a todo con el fin de establecer sus principios en distintos lugares. Todo ello en medio de una precariedad económica seria, impuesta por el boicot del que eran objeto.

El hermano de Miguel falleció a finales de diciembre de 1926. Y en enero del año siguiente éste partió hacia los Altos. Se unió a una vía de resistencia pacífica contra el estado, que se había empeñado en poner contra las cuerdas a los seguidores de Cristo. Nombrado gobernador de Jalisco en abril de 1927, se estableció en la Presa de López manteniendo con firmeza la fe de la gente, al tiempo que mantenía activa la revista «Glaudium». Hizo de comisario castrense entre los afiliados del movimiento que presidía, y congregó a los cristeros en octubre de ese año para celebrar unidos la festividad de Cristo Rey.

En los primeros meses de 1928 el modo de sostener la resistencia emprendida por los católicos parecía estar más o menos bajo control. Sin embargo, el 21 de marzo, hallándose en un lugar cercano a Atotonilco, no pudo impedir que unos militares federales le asesinaran acribillado a balazos por el pecho y por la espalda, junto a su secretario Dionisio Vázquez. Antes intentó destruir la documentación que revelaba la identidad de los integrantes que conformaban su grupo. Juan Pablo II lo beatificó el 20 de noviembre de 2005 junto a otros mártires mexicanos incluido Anacleto.

escrito por Isabel Orellana Vilches (21 de marzo de 2015) © Innovative Media Inc.

otros santos 21 de marzo:

- Santa Benita Cambiagio Frassinello
- Santa María Francisca de las Llagas

viernes, 20 de marzo de 2015

20 de marzo: San Martín de Braga

Obispo
(† 580)

Fueron en España San Leandro y San Martín los catequistas de los pueblos germánicos y los reorganizadores de la nueva sociedad. Uno y otro destruyen para siempre el arrianismo en nuestra patria. La actividad de San Leandro se desarrolla entre los visigodos; Martín despliega su influencia en el reino suevo que ocupaba la parte occidental de la Península. San Isidoro le llama el institutor de la fe y de la sagrada religión en Galicia; los modernos le dan el título de apóstol de los suevos. Este pueblo había sido, desde su entrada en España, un verdadero aventurero en materias religiosas. Pagano en el momento de la invasión, es gobernado luego por príncipes católicos. A fines del siglo V se convierte en masa a la herejía de Arrio, y la defiende con intolerancia. A mediados del siglo VI abraza de nuevo la verdadera fe, instruido por un misionero que venía de tierras lejanas. Se llamaba Martín.

Nacido en Panonia, como Martín de Tours, este hombre providencial había recorrido muchos caminos antes de llegar a las costas gallegas. De las riberas del Danubio había salido para Tierra Santa, donde trató a los famosos solitarios del Oriente; de Tierra Santa pasó o Roma, deseoso de conocer el centro de la cristiandad; atraviesa luego los Alpes y viaja por Francia, visitando los santuarios famosos y buscando a los hombres ilustres por su virtud y su saber. En Arles se hace amigo del poeta Venancio Fortunato y de la reina Santa Radegundis; en Tours se encuentra con los enviados del rey de los suevos que han ido a buscar una reliquia para curar al príncipe heredero. Le hablan de un rey anciano que está dispuesto a abjurar la herejía si se obra el milagro, de un pueblo numeroso acostumbrado a adorar lo que adoran los que le mandan, de un nuevo reino conquistado al imperio de Cristo. Es una perspectiva tentadora para un espíritu aventurero, codicioso de ganar almas en las regiones donde está el fin de la tierra. Empujado por la fe, Martín sube a una nave en la costa occidental de la Galia, y pocos días después penetra por la desembocadura del Miño. El mar era entonces el camino más seguro para ir de Francia a Galicia. Las iras del Cantábrico parecían menos peligrosas que los pueblos belicosos del norte de España. Los embajadores del rey de Galicia habían ido a Francia por mar, y Venancio Fortunato, después de recibir una carta de Martín, escribía con su lenguaje conceptuoso y rebuscado: «A través de las espumas del ponto me ha llegado una bebida deleitosa; por el mar salado tengo lo que calma la sed. Es el primer fruto que me han dado las olas. La nave, que a otros hunde en las tinieblas, me ha traído a mí la luz, y las mercancías que otros compran a gran precio, las tengo yo de balde.»

La llegada de Martín a las costas gallegas, en el momento de obrarse el milagro que se esperaba, y con el milagro la conversión del rey, pareció a todos una cosa providencial; y él mismo se consideraba empujado por una fuerza divina. Desde el principio escogió como residencia un lugar cercano a Braga, donde los reyes suevos tenían su corte. No tardó en verse rodeado de admiradores, deseosos de imitar su vida de soledad y penitencia. Él los organizó en comunidad, levantó para ellos una iglesia dedicada a San Martín de Toars, les enseñó las costumbres que él había visto entre los anacoretas del Oriente, les hizo aprender el latín y el griego, les instruyó en la gramática y la retórica, les introdujo en los secretos de la teología; y así nació la abadía de San Martín de Dumio, centro de influencia religiosa y fuente de vida cultural. En la fachada de la basílica se leían estos versos, que Martín de Dumio dedicó al de Tours, su compatriota: «Admirado de tus prodigios, el suevo ha conocido el verdadero camino, y para sublimar tus méritos, ha levantado estos atrios donde tú repartes tus gracias y él derrama sus ruegos.»

En el concilio de Braga de 561 Martín se firmaba va obispo del monasterio dumiense. El valor excepcional del extranjero había atraído las miradas de la corte; el rey le había honrado con su confianza, había dado el título episcopal a la abadía recién fundada, y le había encomendado la conversión de los magnates y del pueblo. Nombrado arzobispo de la capital y metropolitano de Galicia, multiplica los esfuerzos para restaurar las ruinas causadas por la herejía, reúne concilios, establece un código canónico bien preciso, en que se condensa lo mejor de la legislación eclesiástica en Oriente y Occidente, y por medio del clero lleva su acción bienhechora hasta lo íntimo de los hogares. Tan fecunda es su obra, que su contemporáneo Gregorio de Tours, en cuya historia tiene ya la figura de Martín algo de legendaria, se declara incapaz de contar sus virtudes y maravillas. A donde no llega su palabra, llega su pluma. Para sus monjes escribe una colección de Sentencias de los Padres del desierto, resumen de la sabiduría monástica oriental; al rey le envía su Fórmula de la vida honesta, compendio admirable de ética natural; a los obispos y sacerdotes les dirige sus breves y sustanciosos tratados morales, y aquellas epístolas, hoy perdidas, en que San Isidoro elogiaba el incentivo de la piedad y de la práctica de todas las virtudes; para los pueblos, mal arraigados todavía en la fe y arrastrados por las supersticiones paganas y las doctrinas de Arrio y Prisciliano, componía su tratado De la corrección de los rústicos, verdadero breviario del catequista, síntesis del dogma y de la moral del cristianismo, destinado a facilitar la predicación sacerdotal en las aldeas.

Como escritor, Martín es, ante todo, un moralista al estilo de Séneca, en quien se inspira con frecuencia. Piensa, con Aristóteles, que la prudencia debe tener la rienda de todas las virtudes. No le satisface el aspecto negativo e individualista de la justicia, que define como una convención tácita de la Naturaleza, dirigida al bienestar general. A diferencia de San Agustín, no condena la mentira, si ha de servir para defender la verdad o guardar el secreto. Es evidente en él la influencia de Cicerón, y más todavía la de Séneca. Puede considerársele como un senequista ilustre. Hasta el mismo corte de su frase recuerda al filósofo cordobés. Es un indicio de que Martín llegó a asimilarse el espíritu de su nueva patria, de la tierra a la cual había consagrado sus esfuerzos y en la cual encontró la finalidad de su vida. En su libro acerca de las costumbres, dice, hablando consigo mismo: «¿Qué importa que no estés en la tierra donde viniste a la vida? Tu patria es el lugar donde has encontrado el bienestar, y la causa del bienestar no radica en el sitio donde se vive, sino dentro del hombre mismo.»

Es grato observar que este grave moralista, este austero reformador, no era ajeno a la poesía. Hace versos para grabarlos en los frontispicios de los edificios que construía o para recordar una enseñanza a sus monjes, versos en que se reflejan sus lecturas clásicas, y a través de los cuales descubrimos su admiración por los poemas virgilianos. En verso está también su epitafio. Dice así: «Nacido en Panonia, llegué, atravesando los anchos mares y empujado por un instinto divino, a esa tierra gallega, que me acogió en su seno. Fuí consagrado obispo en esta tu iglesia, oh glorioso confesor de Tours; restauré la religión y las cosas sagradas, y habiéndome esforzado por seguir tus huellas, yo, siervo tuyo, que tengo tu nombre, pero no tus méritos, descanso aquí en la paz de Cristo.»

(fuente: divvol.org)

otros santos 20 de marzo:

- Beato Hipólito Galantini
- San Daniel, Profeta

jueves, 19 de marzo de 2015

19 de marzo: Beato Marcelo Callo

Mártir

Martirologio Romano: En el lugar de Mauthausen, en Austria, beato Marcelo Callo, mártir, que siendo un joven oriundo de la región de Rennes, en Francia, durante la guerra confortaba en la fe, con cristiano ardor, a los compañeros de cautiverio, que se hallaban agotados por los duros trabajos, y por este motivo se le hizo morir en un campo de exterminio († 1945).

Etimológicamente: Marcelo = Nacido en Marzo, relativo al dios Marte, es de origen latino.


Breve Biografía

El Beato Marcel Callo nació en Rennes, Francia, el 6 de Diciembre de 1921, es el segundo de nueve hijos, fue bautizado dos días después en la Iglesia de Nuestra Señora de la Buena Nueva.

Cuando tenía 12 años, se convirtió en aprendiz de imprenta y tomó el rol de hijo mayor cuando su hermano mayor entró al seminario.

Era miembro de la Cruzada Eucarísica, que enseñaba a los jóvenes a vivir una oración ininterrumpida poniendo a la Eucaristía en el corazón de su vida. También era un Scout.

Se convirtió en militante del movimiento Juventud de Obreros Católicos, ya que buscaba vivir su fe en el mundo secular del trabajo. Con la ocupación nazi de Francia, la vida cambió radicalmente para todos, especialmente para los católicos practicantes. Por ejemplo, se prohibieron oficialmente las actividades de las asociaciones cristianas, y las ramas del movimiento de Juventud de Obreros Católicos tuvo que pasar a la clandestinidad. La gente se refería a ellos como los Juventud de Obreros Católicos de las Catacumbas.

En 1943, una de las hermanas de Marcel murió durante el bombardeo. En ese momento, también se vio obligado a realizar servicios de trabajos forzados. Estaba comprometido para casarse en ese tiempo; sin embargo, aceptó realizar los trabajos forzados porque temía por lo que le podía pasar a su familia si se negaba. También veía el servicio de trabajo como una oportunidad para evangelizar.

En Zelha-Melhis, a donde lo enviaron a trabajar, experimentó períodos de angustia y desaliento. Sin embargo, encontró la fuerza para organizar de manera clandestina la vida cristiana de los trabajadores.

El 19 de abril de 1944 lo arrestaron por ser "demasiado católico". Primero, lo enviaron a la prisión en Gotha y luego a los campos de concentración en Flossenburg y Mauthausen.

Marcel y los otros detenidos sufrieron de manera terrible con el régimen de los nazis.

Testigos supervivientes declararon, que aunque en el cautiverio, Callo siguió encabezando a los prisioneros en las oraciones y la instrucción religiosa. Igual que a los otros, lo obligaron a trabajar y a alimentarse con papas podridas y agua arenosa. Durante los seis meses últimos de su vida, se encontraba tan débil que lo dejaban en una cama, que compartía con varios cadáveres. Finalmente murió el 19 de marzo de 1945, después de fuertes dolores de estómago.

En su viaje de fe y en el camino a la santidad, no estaba solo. De hecho, la familia de Marcel, la Diócesis de Rennes, el movimiento de Juventud de Obreros Católicos todos tuvieron un rol en el camino a la santidad de este joven.

El 4 de octubre de 1987, el Papa Juan Pablo II beatificó a Marcel Callo.

"Marcel no se convirtió en un hombre del Evangelio por si solo", dijo el Papa cuando beatificó a Marcel. "Lleno de talento y buena voluntad, también luchó contra este mundo, él mismo, y contra las presiones de los demás. Abierto por completo a la gracia, dejó que el Señor lo guiara, incluso hasta el martirio.

"Las pruebas hicieron madurar su amor a Cristo. Desde la prisión escribió a su hermano, quien hacía poco tiempo había sido ordenado sacerdote: ´Afortunadamente, Él es un amigo que nunca me abandona y sabe cómo consolarme. Con Él, siempre puedo superar los peores momentos. Cuánto agradezco a Cristo por haberme conducido al lugar donde me encuentro ahora.

"Sí, Marcel encontró la Cruz. Separado de su familia y de su novia, a quien amaba tierna y castamente, se fue a Alemania, donde restableció el Movimiento de la Juventud de Obreros Católicos. Muchos de sus amigos del movimiento también murieron como testigos fieles de Jesucristo. Perseguido por la Gestapo, Marcel fue un testigo hasta el final. Como el Señor, amó a su prójimo hasta el extremo y toda su vida se convirtió en la Eucaristía...

"Nos recuerda a todos, laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, el llamado universal a la santidad y a la espiritualidad juvenil que nuestro mundo tanto necesita para poder continuar proclamando el Evangelio."

Beato Marcel Callo, danos el coraje para seguir tu ejemplo de santidad.

(fuente: catholic.net)

otros santos 19 de marzo:

- Beata Sibilina (Sibila)
- San José

miércoles, 18 de marzo de 2015

18 de marzo: San Salvador de Horta

«Pobreza, humildad y obediencia altamente bendecidas por Dios fueron los signos de este milagroso franciscano que fue incomprendido por sus superiores y trasladado de un lugar a otro en un afán de evitar los prodigios»

Madrid, 18 de marzo de 2015 (Zenit.org) Es absolutamente inútil que la mano del hombre pretenda modificar el giro de los acontecimientos que Dios ha previsto para sus dilectos hijos. A este santo le «persiguieron» las repercusiones de los constantes milagros que obró. Sus superiores intentaron evitarlos de distintas formas, pero no lograron paralizar el incesante flujo de prodigios que se producían por su mediación sencillamente porque Dios no lo permitió. Quiso que brillara en el mundo la multitud de virtudes que le adornaron.

Nació en Santa Coloma de Farnés, Gerona, España, a finales de 1520. Sus padres, que habían gozado de una holgada posición económica, quedaron en la ruina, y hallándose también enfermos se acogieron a la caridad del hospicio de la localidad. En ese lugar vino al mundo Salvador y allí fue educado en la fe. Cuando sus progenitores murieron era un adolescente y se ganó la vida como aprendiz de una zapatería de Barcelona. Así pudo sacar adelante a Blasa, su hermana pequeña. Pero Dios le llamaba y, una vez que ésta se casó, se apresuró a tocar las puertas del convento benedictino de Montserrat. Sin embargo, en él no se colmaron sus aspiraciones. Íntimamente se sentía incitado a vivir la pobreza y la humildad radicales en consonancia con el carisma franciscano. Y para dar cauce a su anhelo, ingresó en el convento barcelonés de Santa María.

Una de sus misiones fue ayudar al hermano cocinero. Pero realizó otras muchas tareas, siempre humildes, esas que vienen formando parte de la vida cotidiana de la mayoría de las personas: encender el fuego, fregar, limpiar, etc. Simplemente que en todas ellas Salvador fue verdaderamente ejemplar; las realizaba en un estado de oración y las sobrenaturalizaba. El silencio, roto únicamente para invocar a Jesús y a María durante su trabajo, era la tónica de su acontecer. Su espíritu de oración, docilidad y el agrado con el que realizaba cualquier labor, ponía de manifiesto su piedad, que no tardó en ser bendecida con signos extraordinarios.

Se cuenta que en el transcurso de unos festejos, en el convento invitaron a grandes personalidades presididas por el canciller del reino. Éste se anticipó a las necesidades que supuso tendría una comunidad como aquella, marcada por el espíritu de pobreza, y proporcionó a los religiosos exquisitas viandas. Ante la imprevista enfermedad del cocinero, Salvador debía avisar del hecho al hermano guardián. Pero un éxtasis de larga duración se lo impidió. Cuando llegó el momento de ofrecer el almuerzo, el guardián constató que no había nada elaborado. Y al conocer el «lapsus» de Salvador, que no le advirtió de la situación, le reconvino públicamente con grandes reproches diciendo que merecía que lo expulsaran del convento. Luego, al penetrar en la cocina, se encontró con todo lo preciso para preparar un delicioso banquete. El santo, llevado por el afán de crecer en humildad y en obediencia, acogió la corrección con mansedumbre, sin defenderse ni explicar la naturaleza de su despiste: nada menos que un rapto de amor divino.

Ya profeso llegó a Tortosa donde fue portero y limosnero. Su día a día estaba hilvanado de austeridades y penitencias. Era tan caritativo que la gente veía en él a un mediador ante Dios y se encomendaban a sus oraciones. Las milagrosas curaciones de enfermos atrajeron a tantas personas que, con objeto de preservar la paz del convento, lo trasladaron a Bellpuig, y luego a Horta en 1559, lugar que hizo célebre. Auténticas multitudes llegaban a buscarle. Él les pedía que se confesasen y comulgasen invocando a María. En una ocasión, después de bendecirlos, todos los enfermos, menos un paralítico, quedaron curados. Como éste se asombró de no haber sido agraciado por el milagro, Salvador le hizo ver que no se había confesado lo cual develaba una falta de confianza. El enfermo se mostró muy arrepentido y dispuesto a reconocer sus culpas. Salvador le indicó que se levantara, y aquél constató que estaba curado.

Los superiores y hermanos de comunidad del santo juzgaron que en estos hechos había elementos diabólicos. En consecuencia, fue apartado de la gente, siendo, además, exorcizado. Se consideraba que era un mal religioso, que atraía a las personas, y con ellas venía el desorden y el trastorno. No concebían que un hermano lego, que debía caracterizarse por su humildad, hiciera «cosas tan extrañas y tan poco conformes». No comprendían cómo toleraba que la gente le llamase «el Santo de Horta». Así se le hizo saber en capítulo. Le dieron el nombre de Ambrosio, y después de recibir la disciplina que le impusieron, lo trasladaron a Reus. Era cierto que la gente a veces le arrancaba el hábito a jirones. Incluso, en una ocasión, estuvo a punto de quedarse casi desnudo. Sea como fuere, él no replicó a las acusaciones.

Las personas que solicitaban su mediación, recibían respuesta de Dios que, a su pesar, seguía obrando milagros por su intercesión. En Reus se sucedieron los mismos hechos milagrosos que le precedían. La afluencia de peregrinos de toda España fue incesante, y se vio obligado a comparecer ante el tribunal de la Inquisición en Barcelona. Resultado: que los jueces terminaron encomendándose a sus oraciones. Lo enviaron a Cagliari, y allí murió el 18 de marzo de 1567, año y medio después de haber llegado. Los milagros siguieron produciéndose ante su sepulcro. Su cuerpo fue hallado incorrupto. Clemente XI confirmó su culto el 29 de enero de 1711. Pío XI lo canonizó el 17 de abril de 1938.

escrito por Isabel Orellana Vilches (18 de marzo de 2015) © Innovative Media Inc.

otros santos 18 de marzo:

- San Frigidiano de Lucca
- Cirilo de Jerusalén

martes, 17 de marzo de 2015

17 de marzo: Beato Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno

«Apóstol de la caridad y de la misericordia. En un entramado de espurios intereses este fundador de las Mercedarias de la Caridad fue denostado por sus propias hijas. En soledad, lleno de virtudes, entregó su alma a Dios»

Madrid, 17 de marzo de 2015 (Zenit.org) «Curar todas las llagas, remediar todos los males, calmar todos los pesares, desterrar todas las necesidades, enjugar todas las lágrimas, no dejar, si posible fuera en todo el mundo, un solo ser abandonado, afligido, desamparado, sin educación religiosa y sin recursos». ¿Hay algo más hermoso que estos propósitos cimentados en la suprema excelencia de la caridad, mandamiento esencial otorgado por Cristo? Fueron los que animaron la vida de este beato que nunca se cansó de prodigar a manos llenas todo el bien que concibió, postrado ante el Redentor y custodiado por la Virgen de la Merced. Su lema era: «Todo para bien de la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios».

Nació en Granada, España, el 11 de octubre de 1831. Su raigambre cristiana estaba fuertemente asentada por la fe que profesaban sus padres Antonio y Josefa, ciudadanos estimados y de gran relevancia en la capital. Ello, y la cuidada educación que recibió, fue determinante para su vocación sacerdotal. Su padre, reputado médico y catedrático de la universidad, era un hombre sensible que no pasaba por alto las necesidades ajenas. Siempre que estuvo en su mano atenderlas actuó generosamente. Imbuido de tantos valores, Juan destacó entre los compañeros de clase por su aplicación al estudio y ejemplar comportamiento. Y cuando se hallaba en el frontispicio de un futuro halagüeño, pudiendo adquirir la notoriedad que le permitían sus muchas cualidades personales junto al estatus social familiar que disfrutaba, conquistando escalas circundadas por el éxito, optó por entregarse a Cristo.

Ingresó en el seminario en 1850 y en el transcurso de esos años de formación se hicieron patentes sus magníficas dotes de oratoria. Casi doscientos sermones recogidos por él dan cuenta de la fecundidad de su palabra que brotaba de su oración. No era un simple predicador, sino un confesor de la fe; por eso llegaba a calar en el corazón de tantas personas. En estos valiosísimos escritos queda patente su inclinación a los débiles desamparados y aquéllos cuya existencia discurría por un continuo valle de lágrimas por los motivos que fuesen.

Fue ordenado sacerdote en 1855. A los pocos días perdió a su madre víctima del cólera. Abrazado a la cruz inició su trayectoria pastoral, que compaginó con la docencia en el colegio de San Bartolomé y Santiago. Entre tanto, proseguía sus estudios que culminaron con la obtención del doctorado en teología, la licenciatura en derecho civil y canónico, y un bachillerato en filosofía y letras. Esta formidable preparación le capacitó para asumir la cátedra de psicología, lógica y ética del Instituto de Granada, al tiempo que se hacía cargo de las parroquias de Huétor Santillán y de Loja. Además, ejerció como predicador numerario de la reina Isabel II, fue sacerdote castrense, formador de seminaristas, arcipreste y examinador sinodal en Granada, Jaén y Orihuela. Su finura humana y espiritual, el talante humilde, misericordioso, paciente, afable, lleno de dulzura, y su manifiesta ternura hacia los demás, suscitó gran estima hacia su persona.

En 1869 fue destinado a la diócesis de Málaga como vicario general, canónigo de la catedral y visitador de religiosas. La Providencia guió sus pasos y le puso al frente de la casa de la misericordia de Santa María Magdalena y San Carlos. Para un espíritu tan sensible como el suyo, consternado por las necesidades y el sufrimiento ajeno, la oportunidad de hallarse inmerso en ese colectivo de desfavorecidos no hizo más que acrecentar la aspiración de servirles, que formaba parte de su manera de ser. Contemplaba afligido y lleno de piedad a las jóvenes descarriadas que anhelaban modificar el rumbo de su desdichada existencia. En 1872 murió su padre. Y en 1878 impulsó la fundación de las Hermanas Mercedarias de la Caridad asociada a la Orden mercedaria. Esta obra sería su cruz y su gloria.

Las primeras religiosas tomaron el hábito en Granada en la primavera de ese año, trasladándose a continuación a Málaga. En medio de tenebrosos y espurios intereses, esos que impulsa el maligno, cinco de las nueve primeras integrantes de este movimiento eclesial quedaron seducidas por la oferta de un sacerdote, Diego Aparicio, que había estado al lado de Juan al inicio de la fundación, y le abandonaron. Optaron por regresar a Granada junto al presbítero para volver a poner en marcha allí la Orden. Con el corazón afligido e incontenible emoción, el beato manifestó: «Con dos que haya, la obra sigue; no se desanimen, Dios proveerá… ». Fijada la sede de Granada como origen de la casa general y noviciado en 1880, a todas quedó claro, porque así lo dijo su fundador, que sus objetivos habrían de ser: «ejercer todas las obras de misericordia espiritual y corporal en la persona de los pobres... ».

Después de un primer periodo de fecunda andadura se desencadenaron graves acontecimientos. En 1888 Juan fue ignominiosamente acusado por una de sus hijas. La creyeron y él fue destituido de su misión al frente de la congregación. Los arzobispos de Granada y de Sevilla, provincia de la que procedía la hostigadora, emprendieron una labor de esclarecimiento de los hechos que discurrió de forma confusa, con el desacuerdo de las religiosas de ambas ciudades. Además, se mezclaron otras ambiciones respecto a la Orden instigadas por varios eclesiásticos, con lo cual el padre Zegrí se entrevistó en Roma con León XIII. Se rehabilitó su imagen y se le permitió retomar sus funciones. Pero no fue bien recibido por el arzobispo de Granada ni por las religiosas. En julio de 1896 les dirigió una carta haciendo notar su inocencia. No logró llegar a sus entrañas. En 1901 conoció la aprobación de la obra que tantos sufrimientos le había causado. Pero murió a causa de una pertinaz diabetes, y lo hizo solo, completamente abandonado, el 17 de marzo de 1905. Dos décadas más tarde sus hijas repararon su error. Él contempló desde el cielo ese gesto. Juan Pablo II lo beatificó el 9 de noviembre de 2003.

escrito pro Isabel Orellana Vilches (17 de marzo de 2015) © Innovative Media Inc.

otros santos 17 de marzo:

- San Patricio
- Santa Gertrudis de Nivelles, Abadesa

lunes, 16 de marzo de 2015

16 de marzo: San Clemente Hofbauer

Una mirada a la vida de Clemente Hofbauer puede enseñarnos mucho acerca de los sueños que llegan a realizarse, así como sobre la oración y el servicio, sobre la perseverancia en la vida cristiana, sobre cómo hacerse santo viviendo los avatares de cada día, y sobre cómo emplear cada instante de la vida orientándolo hacia su justa meta. Clemente no fue un obrador de milagros, no fue un visionario, fue solamente un gran y santo Redentorista que se puso al servicio del pueblo de Dios ofreciéndole lo mejor de sí mismo.


Nacimiento y vida de joven.

Nuestro santo nace el día de San Esteban, 26 de diciembre de 1751, en Tasswitz, Moravia. Noveno de 12 hijos nacidos de María y Pablo Hofbauer, fue bautizado al día siguiente de su nacimiento. Le impusieron el nombre de Hansl; es decir, Juan. Será con este nombre con el que se le conocerá hasta el día en que se haga ermitaño y en el elegirá el nombre de Clemente.

El hermano mayor del santo, Carlos, parte del hogar paterno para unirse a la caballería húngara en la batalla contra los turcos. Hansl se enfada por no ser lo bastante mayor para vestir el uniforme azul con adornos de plata y capa con forro de terciopelo rojo.

Pero sus sueños infantiles tienen también otros horizontes. Mientras ayuda a misa se imagina siendo sacerdote en el altar, se ve vestido con ornamentos sagrados dirigiendo al pueblo en las grandes solemnidades de la Iglesia a fin de dar gloria y alabanza a Dios.

Finalmente, el ideal del sacerdocio vence sobre el de la carrera militar. Desgraciadamente, al pertenecer a una familia pobre, Hansl tiene pocas esperanzas de poder entrar en un seminario o de ingresar en una orden religiosa.

Comienza por estudiar latín en casa del vicario de su parroquia. El párroco es un viejo sacerdote que llega a descubrir en el joven Hofbauer la semilla de la vocación. Todos los días el joven estudiante y el anciano pastor se encuentran para estudiar la lengua latina. Se trata del primer paso del largo camino que conducirá a Hansl al sacerdocio. El período de estudios acaba repentinamente con la muerte del párroco cuando Hansl tiene catorce años. El nuevo párroco no encuentra tiempo para ayudarle a estudiar latín. Ante la imposibilidad de continuar estudiando para el sacerdocio, Hansl se ve en la necesidad de aprender algún oficio. En 1767 es aceptado como aprendiz de panadero. En 1770 se va a trabajar a la panadería del monasterio premonstratense de los Padres Blancos de Kloster Bruck. En aquella época, las consecuencias de la guerra y la carestía reinante empujan a los sin techo y a los hambrientos a llamar a las puertas del monasterio en busca de ayuda. Hofbauer trabaja día y noche para calmar el hambre de los pobres que llaman a su puerta. Aunque ahora no se trata del tan anhelado sacerdocio, sí es, no obstante, una oportunidad que se le presenta de ayudar al pueblo de Dios que se encuentra tan gran necesidad.

En 1771, un viaje a Italia lleva a Hofbauer a Tivoli. Decide hacerse ermitaño en el santuario de Nuestra Señora de Quintiliolo y pide al obispo de la diócesis recibir el hábito de ermitaño. Es entonces cuando Hansl Hofbauer cambia su nombre por el de Clemente María; Clemente por el obispo de Ancira en Asia y María por la Virgen María. El ermitaño Clemente ruega por si mismo y por todos los que, en el mundo, se olvidan de rezar. Trabaja en el santuario y asiste a los peregrinos que lo visitan.

Pero Clemente no encuentra la felicidad allí, y al cabo de poco menos de seis meses abandona Quintiliolo. Comprende lo necesario que es rezar por la gente y sabe que se trata de una obra buena lo que allí hace, pero no es tampoco aquel anhelado sacerdocio que tanto desea. Vuelve al monasterio de los Padres Blancos de Kloster Bruck y sigue cociendo el pan mientras retoma el estudio del latín. En 1776 termina sus estudios de filosofía pero no puede seguir adelante. El emperador prohíbe que los Padres Blancos admitan nuevos novicios. Una vez más se le cierran a Clemente las puertas al sacerdocio. Regresa a casa y durante dos años vive como ermitaño en Muehlfraun imponiéndose austeros ayunos, duras penitencias y largas noches de oración. Tras la insistencia de su madre, deja una vez más la ermita y se dedica nuevamente a cocer pan. Esta vez halla trabajo en una famosa panadería de Viena donde encuentra a dos distinguidas señoras que se convertirán en sus mayores benefactoras.

Contando ya con la edad de veintinueve años, y después de haber sido panadero en tres sitios distintos, además de ermitaño durante dos años, Clemente ingresa en la universidad de Viena. Al suprimir el gobierno todos los seminarios, los estudiantes al sacerdocio se ven obligados a estudiar en las universidades controladas por el gobierno. Clemente se siente frustrado por el contenido de los cursos de religión que se dan impregnados de racionalismo y de otros aspectos que nada tienen que ver con dicha materia, además de ir mezclados con diversas doctrinas. Impertérrito, continúa buscando las verdades de la fe y persiguiendo su sueño: el sacerdocio.

En 1784, durante una peregrinación, Clemente y su compañero de viaje, Thaddeus Huebl, deciden unirse a una comunidad religiosa. Los dos seminaristas son recibidos en el noviciado redentorista de San Julián, en Italia. En la fiesta de San José, 19 de marzo de 1785, Clemente Hofbauer y Thaddeus Huebl se convierten en Redentoristas al profesar públicamente sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Diez días después son ordenados sacerdotes en la Catedral de Alatri.

Pocos meses después de su ordenación, los dos Redentoristas extranjeros son llamados por su Superior General, Padre de Paola, que les pide que regresen a su patria, más allá de los Alpes, y que establezcan la Congregación redentorista en el Norte de Europa. Se trata de una empresa difícil e insólita para dos hombres tan recientemente ordenados. Para Alfonso, el hecho de que la Congregación se extienda más allá de los Alpes es una prueba manifiesta de que los Redentoristas habrían de durar hasta el final de los tiempos. Para Clemente, se trata de un sueño que se convierte en realidad.


Varsovia y San Benón

La situación política impide a Clemente permanecer en su propio país. El emperador austriaco, que ya ha suprimido más de 1.000 monasterios y conventos, no tiene intención alguna de permitir que una nueva congregación religiosa se establezca en su territorio por lo que no autoriza su fundación. Sabedores de este hecho, los dos Redentoristas se van a Polonia. En febrero de 1787 llegan a Varsovia, una ciudad de 124.000 habitantes. Aunque en ella hay 160 iglesias, además de 20 monasterios y conventos, desde muchos puntos de vista casi se trata de una ciudad sin Dios. La gente es pobre y falta de formación; las viviendas se caen a pedazos. Muchos han abandonado ya el catolicismo para hacerse francomasones. Los fieles católicos y los pocos buenos sacerdotes que restan, viven grandes padecimientos. Durante los próximos 20 años, Clemente y su pequeño grupo de sacerdotes y hermanos redentoristas compartirán este sufrimiento por Dios y por los fieles de Polonia.

Cuando en 1787 Clemente llega a Polonia, ésta vive momentos de turbulencias políticas. El rey Estanislao II es sólo una marioneta en manos de Catalina II de Rusia. En 1772 había tenido lugar una primera partición del país; Austria, Rusia y Prusia se habían repartido el botín. Otra partición ocurriría en 1793 y todavía una tercera en 1795. Surge Napoleón con su gran ejército en plan de conquista, atraviesa Europa, y no deja de aumentar la tensión política. Durante los veintiún años que permanecerá Clemente en Varsovia serán pocos los momentos en que reine la paz.

En el viaje de los dos sacerdotes redentoristas a Polonia se les une Pietro (ahora Manuel) Kunzmann, compañero de Hansl, también panadero, y que le acompañó igualmente en una de sus peregrinaciones. Será el primer hermano redentorista en territorio no italiano. Juntos llegan a Varsovia con los bolsillos vacíos. Clemente ha dado ya a algunos mendigos encontrados por la calle las tres últimas monedas de plata que le quedaban. Los tres se reúnen con el delegado apostólico, el arzobispo Saluzzo, que les confía la iglesia de San Bennon para que trabajen entre la gente de lengua alemana residente en Varsovia. Los Redentoristas aprenden esta nueva lengua y extienden su apostolado a la población que vive en la zona de San Bennon.

Siempre que Clemente ve deambular a algún chico sin techo lo conduce a la casa parroquial, lo limpia, le da de comer, le enseña una profesión, y lo instruye para que viva cristianamente. Cuando estos chicos llegan a ser ya demasiado numerosos, Clemente abre el albergue del Niño Jesús para estos jóvenes sin techo. Para suministrarles vestido y alimento, Clemente y sus compañeros se ven obligados a mendigar de continuo. Lo hacen sin sentirse en absoluto avergonzados. Clemente entra en una panadería para comprar un poco de pan y encuentra que el panadero no tiene ayudante. Pasará con él todo el día amasando y cociendo el pan y sacándole provecho a sus antiguas experiencias como panadero. Consigue así para aquel día y para otros muchos días en el futuro el pan que necesitan sus chicos.

Dice la leyenda que, en otra ocasión, entró Clemente en un bar local a mendigar. Al pedir Clemente la limosna, uno de los encargados le escupió la cerveza a la cara.

Limpiándose tranquilamente la cerveza, Clemente respondió: “Esto es para mí. Pero ahora ¿qué me da para mis chicos?” Los clientes de la cervecería quedaron verdaderamente tan atónitos por aquella respuesta cristiana que Clemente recogió en aquella ocasión más de 100 monedas que plata. Cuando los Redentoristas abren las puertas de su iglesia, se encuentran con que tienen que predicar a bancos vacíos. Demasiadas cosas preocupan a la gente, alejándola de Dios; además, no se fían de los sacerdotes extranjeros. Habrían de pasar muchos años antes de que los Redentoristas lograran conquistar el corazón de la gente, pero, una vez logrado, San Bennon se convertirá en uno de los lugares más visitados de la Iglesia católica en Varsovia.

En 1791, cuatro años después de su llegada, los Redentoristas transforman el albergue de los chicos en academia. Abren un internado para chicas y confían su dirección a algunas nobles matronas de Varsovia. El número de huérfanos va constantemente en aumento. El dinero que necesitan para sufragar todas estas actividades proviene de algunos bienhechores fijos y de otra mucha gente dispuesta a ayudar de la forma que sea; pero Clemente se ve obligado aún a mendigar de puerta en puerta para encontrar la ayuda que necesita para mantener a sus numerosos huérfanos.

En la iglesia, Clemente y su grupo de cinco sacerdotes redentoristas y tres hermanos legos comienzan lo que llaman la Misión Continua. Los días laborables, en vez de una sola misa matutina, en la iglesia se tiene una misión a tiempo pleno para cada día del año. Si te acercas a San Benón en cualquier día del año, verás que puedes asistir a cinco sermones en alemán y polaco. Hay, además, tres misas solemnes, el oficio a la Bienaventurada Virgen María, la visita al Santísimo Sacramento, el Vía Crucis, vísperas, momentos de oración y las letanías. Los sacerdotes están disponibles para la confesión a cualquier hora del día y de la noche.

En 1800 pueden constatarse ya notables avances en la iglesia y en la comunidad redentorista. La administración de los sacramentos ha pasado de 2.000 (en 1787) a más de 100.000. En San Benón trabajan ya 21 sacerdotes redentoristas y siete hermanos legos. Hay, además, cinco novicios y cuatro seminaristas polacos. Todo esto sucede en condiciones nada ideales.

Las tres reparticiones de Polonia han causado terribles derramamientos de sangre. Kosciusco, el gran ideólogo que lucha por la libertad polaca, alcanza su máxima gloria pero el pueblo no logra detener a los invasores extranjeros de forma definitiva. La guerra llega a Varsovia durante la Semana Santa del 1794. Los Redentoristas, juntamente con todos los habitantes de aquella ciudad, se encuentran en constante peligro de muerte. Tres bombas caen sobre la iglesia pero no estallan. Durante las constantes batallas que no cesan, Clemente y sus compañeros continúan predicando la paz. Esto contribuye a que aumenten los gritos de protesta contra los Redentoristas a los que toman por traidores.

Apenas comienzan las hostilidades son atacados desde dos frentes. Desde un punto de vista político son extranjeros; pero pueden mezclarse con la gente y hacer mucho mediante su excelente y santo trabajo de auténticos sacerdotes. Pueden atender a centenares de huérfanos, celebrar misas, hacer que miles de personas se acerquen a Dios, pero no por eso los Redentoristas alemanes dejan de ser un elemento extranjero en un país en guerra.

El otro frente desde el que son atacados es aún más doloroso. Es el ataque personal y despiadado de los que, habiendo abandonado la Iglesia a la que pertenecían por el bautismo, se han convertido en francomasones. Se reúnen en pequeños centros ocultos y traman contra los católicos atacando a los sacerdotes, al culto público y haciendo que se cierren las iglesias.

Los Redentoristas deben siempre mantener alta la guardia contra las emboscadas. Sus enemigos están siempre al acecho para lanzarles piedras o molerlos a bastonazos. Un día la muerte llama a la puerta del convento en forma de regalo. Alguien regala a los Padres un jamón envenenado. Cuatro sacerdotes morirán de tomaína a causa del veneno. Clemente hace frente a aquella terrible tragedia. El número de Redentoristas disminuye en vez de aumentar. Providencialmente, cuatro nuevos candidatos se unen a la comunidad poco después del acto criminal, pero Clemente no olvidará nunca a los cohermanos asesinados. Aún más dolorosa para Clemente fue la muerte del Padre Thaddeus Huebl, su compañero de estudios y querido amigo. Huebl es llamado a la cabecera de un falso enfermo. Horas después es alcanzado por un carruaje lanzado contra él a gran velocidad; después es torturado y molido a golpes. Días después morirá a causa de las heridas padecidas. Clemente sufre tremendamente al ver que su amigo pierde la vida. Ahora tendrá que vérselas solo.


Los ataques continúan.

Los Redentoristas se convierten en objeto de escarnio incluso en los teatros. Los sacerdotes polacos del lugar tratan de frenar la obra de los Redentoristas que han dedicado más de 20 años a restaurar la fe del pueblo de Varsovia; pero son molestados, atacados, maltratados. En 1806, se prohíbe ya por ley que los sacerdotes del lugar inviten a los Redentoristas a predicar misiones en sus parroquias. Más tarde llegará una ley incluso más restrictiva aún al prohibírsele a los Redentoristas predicar y confesar en su iglesia de San Benón.

Contra estas actuaciones, Clemente apela directamente al Rey de Sajonia que en ese momento gobierna Polonia. Aunque consciente del bien que los Redentoristas están haciendo, aquél no puede hacer frente a los muchos francomasones y jacobinos que van a la caza de los Redentoristas de Polonia. El 9 de junio de 1808 se firma el decreto de expulsión. Once días después, la iglesia de San Benón es cerrada y los 40 Redentoristas que la atendían son encarcelados reteniéndoseles en prisión durante cuatro semanas; se les conminará después a que abandonen el país.


Viena: nuevo comienzo

En septiembre de 1808, tras el destierro de Polonia, Clemente llega a Viena. Allí se quedará ya hasta su muerte acaecida cerca de 13 años después. En 1809, cuando las fuerzas napoleónicas atacan Viena, Clemente como capellán del hospital, cura a los soldados heridos. El arzobispo de Viena advierte el celo de Clemente y le pide que se haga cargo de una pequeña iglesia italiana de Viena. Clemente permanecerá allí durante cuatro años para, luego, ser nombrado capellán de las Monjas Ursulinas en julio de 1813.

La verdadera santidad de Clemente se pone cada vez más de manifiesto en la atención que presta al bien espiritual de las Monjas y de los seglares que acuden a su capilla. El fervor con que se acerca al altar revela al hombre de fe que es. Desde el púlpito, sus labios pronuncian las palabras que la gente necesita oír. Predica de forma que puedan reconocer sus pecados y lleguen a comprender la bondad de Dios para conformar sus vidas a la voluntad divina. Pero si desde el púlpito ruge como un león, en el confesionario es un cordero. Escucha los pecados de los penitentes y siempre logra encontrar un mensaje de aliento, pide a Dios que los perdone y los despide invitándoles a retomar el buen camino.

A comienzos de 1800, Viena es uno de los centros culturales más importantes de Europa. Clemente tiene el placer de pasar largos ratos con los estudiantes y con los intelectuales del lugar. Los estudiantes van a él por separado o en grupo a fin de hablar, compartir una comida o buscar consejo. Entre éstos, muchos se harán más tarde Redentoristas. Hace incluso que vuelvan a la Iglesia muchos personajes ricos y exponentes del arte; entre otros, Frederick y Dorothy von Schlegel (hija de Mendelssohn, fundador de la escuela romántica); el artista Frederick von Klinkowstroem; Joseph von Pilat, secretario privado de Metternich; Frederick Zachary Werner, que más tarde se haría sacerdote y llegaría a ser un gran predicador; y Frederick von Held que, siendo ya Redentorista, llevaría la Congregación a Irlanda.

En Viena, Hofbauer es de nuevo atacado. Durante un tiempo se le prohibe predicar. Es amenazado con la expulsión por ponerse en contacto con su Superior General Redentorista, en Roma. Pero para que la expulsión pueda hacerse efectiva debe firmarla el emperador Franz de Austria. En ese tiempo, sin embargo, el emperador está como peregrino en Roma donde visita al Papa Pío VII; se entera entonces de lo muy apreciada que es la obra de Hofbauer. Trata, en consecuencia, de recompensar a Hofbauer por sus años de entregado servicio autorizándole una fundación Redentorista en Austria.

Así, en vez de la orden de expulsión, a Hofbauer se le concede una audiencia con el emperador Franz. Los planes se hacen a prisa. Se elige una iglesia y se la acondiciona para que sirva de primera fundación de los Redentorista en Austria. Pero, desgraciadamente, se efectuará ya sin Clemente. Caído enfermo en los primeros días de marzo de 1820, muere el 15 del mismo mes de aquel año. Como Moisés, en la Biblia, ha conducido a su pueblo hasta la Tierra Prometida pero no ha podido vivir lo suficiente como para poder entrar en ella. Muere, en todo caso, con una gran recompensa: la de saber que su segundo sueño se ha hecho realidad.


Conclusión

Clemente Hofbauer fue beatificado el 29 de enero de 1888 por el Papa Leo XIII y canonizado como santo de la Iglesia católica el 20 de mayo de 1909. En 1914, el Papa Pío X le concede el título de Apóstol y Patrón de Viena. Hoy, a más de 150 años de su muerte, la fiesta anual de san Clemente es celebrada de modo especial por la población de Viena y por los seis mil sacerdotes y hermanos del mundo entero que visten el hábito redentorista como lo hizo san Clemente.

¿Qué hizo de Clemente Hofbauer un santo? No hizo ningún milagro que pudiera asombrar a nadie, no tuvo ni visiones ni éxtasis capaces de impresionar. Tuvo incluso algunos defectos – un carácter alemán irascible, tendencia a ser huraño. Pero si se nos hubiera concedido estar algún tiempo junto a él, hubiéramos descubierto que era un hombre de fe extraordinariamente firme, un hombre tranquilo y de extraordinaria paz, un hombre capaz de trabajar por el bien de las almas sin fatigarse jamás. Característica principal de su santidad es la sencillez. Otras características suyas fueron la aceptación de la voluntad de Dios tal como se le manifestaba, el hacer todo el bien de que era capaz. Llevó una vida de inocencia y de servicio, toda ella dedicada a la gloria de Dios y a inducir a los demás que lo sirvieran.

Precisamente por el modo tan sencillo en que se hizo santo, san Clemente continúa siendo hoy para todos nosotros un modelo de santidad.

(fuente: redentoristasdecolombia.com)

otros santos 16 de marzo:

- San Heriberto de Colonia
- Beata Benedicta de Asís

domingo, 15 de marzo de 2015

15 de marzo: Santa Luisa de Marillac

Luisa de Marillac (París, 12 de agosto de 1595 – París, 15 de marzo de 1660). El 29 de noviembre de 1633 funda con Vicente de Paúl la Compañía de las Hijas de la Caridad. Es beatificada el 9 de mayo de 1920 por el papa Benedicto XV y canonizada el 11 de marzo de 1934 por el papa Pío XI. En 1960 el papa Juan XXIII la proclama patrona de los asistentes sociales.


Una preocupación y un cambio 

Luisa de Marillac vivió en París en los años de Enrique IV, Luis XIII y Luis XIV, reyes de Francia en el siglo XVII, mientras en España reinaban Felipe III y Felipe IV. Presenció, por lo mismo, la Guerra de los Treinta Años entre Francia y los protestantes, por un lado, y España, la Casa de Austria y los católicos, por otro, y era contemporánea de los grandes descubrimientos científicos y filosóficos; pudo conocer a Pascal, Descartes, etc. Es la época que pinta de una manera novelesca Víctor Hugo en «Los tres mosqueteros». Había nacido el 12 de agosto de 1591 y murió en 1660. Muchos años de vida para aquel siglo en que la edad media rondaba los 40 años.

Luisa pertenecía a una familia de lo más alto de la nobleza, los Marillac, se había casado con un secretario de la Reina madre, Antonio Le Gras, perteneciente a la clase media. Antes de casarse, había hecho voto de ser religiosa, quiso ser capuchina, pero sus familiares -era lo común entonces- le buscaron marido y la obligaron a casarse. Durante muchos años le quedó un complejo de culpabilidad. Por naturaleza y acaso también por no haber conocido a sus padres, poseía una sicología sensible y muy emotiva. Buena lectora tenía una inteligencia excepcional para las ideas, pero mucho mayor para la práctica. Pequeña y delgada, de salud fuerte, en el trato era encantadora. Aunque sin agobios económicos, nunca tuvo, sin embargo, una gran fortuna.

En los primeros días de 1625, cuando contaba 33 años, tomó por director espiritual a un sacerdote, San Vicente de Paúl que había nacido cerca de Dax y no lejos de Bayona diez años antes que ella. La vida de Luisa hasta entonces era sencilla: una mujer piadosa que hacía limosnas a los pobres y rezaba por ellos Vicente de Paúl la cambió; la convenció para que se comprometiera activamente en la hberación material y espiritual de los pobres. Y Luisa de Marillac, la señorita Le Gras, como la llamaban entonces, lo aceptó y se empeñó, también ella, en hacer de esta tierra un paraíso para los que viven en el infierno de la pobreza. Luisa tenía 37 años, desde hacía tres era viuda y tenía un hijo de 15 años estudiando en el seminario.

Este sacerdote había comprendido que el mundo estaba en cambio y nacía una nueva sociedad, pero todavía era una sociedad agrícola y comercial sin casi industria. La mayoría de los campesinos eran pobres y en las ciudades abundaban los hambrientos que habían emigrado de los pueblos del campo a la ciudad. En el siglo XVII los pobres no contaban para el estado. Vicente de Paúl se propuso que los pobres también contaran; más, logró que para muchos fueran el centro de la sociedad. Para ello fundó una asociación de señoras, -una ONG- conocidas modernamente con el nombre de Voluntarias de la Caridad, y una congregación de sacerdotes, llamados Lazaristas, Paúles o Vicentinos, según los lugares. Después de unos años de dirigir a Luisa de Marillac consiguió que ésta se uniera a su proyecto.

Este proyecto era nuevo y hasta revolucionario en la faceta de solidaridad y de evangelización de los pobres para el siglo XVII y comprendía tres aspectos: liberar a las clases empobrecidas y devolverles su dignidad de seres humanos y sus derechos de ciudadanos; modernizar las instituciones ya existentes para que fueran más eficaces, y crear otras nuevas que respondieran a las nuevas necesidades. Todo se realizaría por medio de dos asociaciones de mujeres pertenecientes una a las clases adineradas y la otra a las clases bajas. Las ideas brotaban del sacerdote Vicente de Paúl el Superior y el Director, pero Luisa fue la organizadora práctica y la ejecutora.


Las clases desatendidas

Luisa de Marillac comenzó su nueva etapa visitando a las gentes de los pueblos, tanto a las señoras que formaban parte de las Voluntarias de la Caridad y que ayudaban a los necesitados con su dinero y con su persona, como a las personas que vivían en apuros económicos. Por aquellos pueblos campesinos descubrió un panorama desolador: el pueblo pasaba hambre, frío y miseria. Entonces no había seguridad social de ninguna clase y por lo común el estado abandonaba a los pobres a su suerte. En general vivían al día y, si las cosechas eran malas dos años seguidos, quedaban endeudados, terminando vendiendo lo poco que tenían. Al entrar Francia en la guerra de los Treinta Años, los impuestos, que pagaban los campesinos casi exclusivamente, llegaron a multiplicarse por cien. Por otro lado h medicina estaba atrasada y los remedios más comunes eran sangrías y lavativas. Ir al hospital era difícil porque únicamente existían en las ciudades y, donde había, cada cama acogía a dos o tres enfermos. Al quedar en sus casas no era raro que no tuvieran a nadie para que les cuidara. Eran escasos los pueblos en los que había escuelas; lo común eran los maestros ambulantes que, por un poco de dinero, enseñaban a los hijos de los campesinos, con la peculiaridad de que estaban prohibidas las escuelas mixtas. Ante esta situación, los padres no escolarizaban a sus hijos por no poder pagar o porque los necesitaban para el trabajo desde niños o porque no tenían ilusión, ya que sus hijos siempre serían pobres, o enviaban a los hijos varones y no a las chicas que se quedaban atendiendo a sus hermanos y haciendo las faenas caseras. Esto en el supuesto de que hubiera escuelas para niñas, lo que era muy raro.

Este es el panorama que descubrió horrorizada Luisa de Marillac. Eran los signos de los tiempos. La sensibilidad de los dos santos descubrieron las necesidades más urgentes de la sociedad de los pobres y se esforzaron en remediarla. Bajo la dirección de Vicente de Paúl, Luisa se dedicó a organizar y a ejecutar. En 1633 fundaron una asociación de mujeres, por lo general pertenecientes a familias sencillas, que el pueblo llamó Hijas de la Caridad por la labor de amor sacrificado que hacían.


Sanidad y escuelas

La necesidad más urgente era atender a los enfermos pobres que no tenían a nadie que los cuidara en sus casas y enseñar a las niñas pobres sin escolarizar en los pueblos. En su casa, un piso de París, Luisa formaba a las jóvenes que ingresaban en la Asociación en la vida espiritual y les daba unos rudimentos de enfermería. A las que no lo sabían las enseñaba a leer, a escribir y cuentas. A las pocas semanas ya estaban preparadas para ir casa por casa a atender a los enfermos y muchas capacitadas para ir a los pueblos a crear escuelas y convertirse en maestras. Todo lo hacían gratis. Los gastos corrían a cargo de las señoras de la Asociación de Voluntarias, llamadas Señoras de la Caridad. De tiempo en tiempo volvían a la casa de Luisa a actualizarse en la vida de Dios, en enfermería y en cultura.

A los pocos meses de fundar a las Hijas de la Caridad y en los años siguientes, las llamaron para que ayudaran, dirigieran u organizaran grandes hospitales de Francia: París, Angers, Nantes, Saint-Denis, etc. Luisa de Marillac se encontró que no sólo tenía que preparar a las Hijas de la Caridad en las reformas hospitalarias, técnicas y sanitarias, sino también frecuentemente hacer la organización del establecimiento juntamente y de acuerdo con los administradores del hospital. Unas veces iba ella misma en persona a fundar la comunidad del hospital, donde permanecía meses hasta que todo parecía que funcionaba ya, y otras veces, lo más común, lo hacía por cartas. Además de la técnica sanitaria y la limpieza así como la preocupación espiritual, Luisa les insistía en que pusieran humanidad, calor humano junto a la cama de los enfermos, a base de humildad, sencillez y amor que San Vicente de Paúl les había dado como su espíritu propio, y que Luisa traducía en tolerancia, mansedumbre y cordialidad.


Su familia

Mientras Luisa trabajaba en favor de las capas humildes de la sociedad, los nobles de su familia luchaban por escalar el poder y gobernar Francia. Se enfrentaron a Richelieu, fueron vencidos y un tío suyo, Luis de Marillac, fue decapitado en la Plaza Mayor de París, otro tío, Miguel, después de llegar a ser Jefe de Gobierno por un día, murió en la cárcel; otros parientes fueron desterrados. Aunque sintió el dolor y el sufrimiento no abandonó a los pobres y siguió trabajando por ellos, a pesar de que también su hijo, joven inteligente, buen estudiante y responsable, le hizo la cruz más pesada. Comenzaba a dudar si tenía vocación para el sacerdocio, y esto la hizo sufrir a ella que soñaba con tener un hijo, el único, sacerdote. Licenciado en Filosofia y en derecho, terminó la teología, pero no se quiso ordenar de Ordenes Mayores. De seglar buscó una colocación apropiada a sus estudios. Sin embargo estuvo en el «paro» casi siete años.

Descorazonado llevó una vida un tanto desordenada que para su madre fue un tormento. Por fin la luz entró en su casa, se enmendó, encontró colocación y se casó con dignidad. Tuvo una hija y murió a los 83 años.


Las Hijas de la Caridad

Las Hijas de la Caridad aumentaban en número y fundaciones de una manera incesante. Las jóvenes encontraron en ellas una respuesta apropiada a sus necesidades. Entonces a las jóvenes pobres les era casi imposible ser religiosas, a no ser ‘legas» para el trabajo, a causa de la dote que debían llevar al convento. Pero las Hijas de la Caridad no pedían dote, pues no eran religiosas de clausura. Su vida, pobre en vivienda, en el vestido y en la comida, la ganaban con el trabajo. La Compañía de las Hijas de la Caridad era una Cofradía de Caridad, una Asociación de seglares. Se hicieron populares por las calles que eran su monasterio y las casas de los enfermos que eran su claustro. Fueron las primeras hermanas que vivían sin clausura, aprobadas por la Santa Sede. La sencillez, la cercanía al pueblo y la cordialidad con que atendían a los pobres, les ganó el corazón de la sociedad. De toda Francia llegaban jóvenes para «servir a los pobres, sus amos y señores», les decía San Vicente. Viviendo Luisa entraron alrededor de quinientas jóvenes sólo en Francia. Y de toda Francia y de Polonia las llamaban para los hospitales y las escuelas de niñas.

Eran una respuesta adecuada, no sólo a las inquietudes de las jóvenes con vocación, sino también a los interrogantes de la sociedad de los pobres: Mujeres de vida consagrada que dejaran la clausura y se preocuparan de atender gratis a los pobres que pululaban y nada tenían. Al interrogante de los hospitales deshumanizados y sin buena organización, al interrogante de las niñas marginadas en la escolaridad. Las Hijas de la Caridad fueron una respuesta a los signos de aquellos tiempos. A través de ellas la Iglesia, como lo venía haciendo a través de los siglos, se comprometió de nuevo activamente con los pobres.

Luisa de Marillac fue la encargada, como la directora general de una empresa multinacional de caridad, de organizar y dirigir a las Hijas de la Caridad en los establecimientos y comunidades, de dirigirlas espiritualmente y de formarlas en los aspectos espiritual, humano y profesional. A través de sus cartas y hasta de sus viajes estaba en contacto con sus hijas y con las necesidades de los humildes. Ella comenzó y dirigió la obra de los Niños abandonados y la salvó durante los cruciales años de la guerra civil de la Fronda. Ella estuvo presente animando a las Hermanas en la prisión de los galeotes. Ella organizó las primeras Residencias de ancianos y los hizo útiles con talleres que ella fundó y dirigió. Luisa acogió a los inmigrantes que llegaban a París huyendo de las guerras, en especial a muchachas desamparadas. Unas veces recibía alegrías y otras, disgustos. Unas veces lloraba y otras reía, pero siempre apareció alegre y con una tenacidad tal que ninguna dificultad la doblegó. Siempre encontró salida a los problemas.

No es extraño que cuando murió, el 15 de marzo de 1660, todas las mujeres de la nobleza pasaran a rezar, y la duquesa de Ventadour quisiera estar a su lado en ese triste momento. No es extraño que los pobres lloraran y que su funeral, contra sus deseos, fuera majestuoso.


Principales fechas de su vida

1591: Nace el 12 de agosto. Padres desconocidos, ciertamente de la familia Marillac.
1612: Rechazada en las religiosas capuchinas.
1613: Casada el 5 de febrero con Antonio Le Gras. Tuvo un hijo que se llamó Miguel.
1625: Muere Antonio Le Gras el 21 de diciembre. Acepta a San Vicente de Paúl como director espiritual.
1629: Ayudada por San Vicente descubre su vocación de servicio a los pobres.
1630: La experiencias vividas entre 1630 y 1633, singularmente las visitas a las caridades, la fueron madurando.
1633: Recibe en su casa a las jóvenes que sirven a los pobres. Comienza la comunidad de las Hijas de la Caridad.
1646: Primera aprobación de la Compañía de las Hijas de la Caridad por el Arzobispo Coadjutor de París. Luisa insiste en el nombre de Hijas de la Caridad
1647: Por medio de la Reina de Austria pide al Papa que el Superior de la Congregación de la Misión sea también el Superior de las Hijas de la Caridad.
1650: Desaparece el documento de la aprobación arzobispal.
1655: El 18 de enero, nueva aprobación del arzobispo.
1656: Patentes reales que aprueban la Compañía de las Hijas de la Caridad.
1657: La Compañía de las Hijas de la Caridad se registra en el parlamento de París
1660: El 4 de febrero cae enferma de gravedad. Muere a las 11,30 del 15 de marzo.

(fuente: somos.vicencianos.org)

otros santos 15 de marzo:

- Beato Artémides Zatti
- San Raimundo de Fitero
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