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lunes, 31 de marzo de 2014

31 de marzo: Beata Natalia Tulasiewicz

Madrid, 31 de marzo de 2013 (Zenit.org) De 108 mártires beatificados por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999, 9 eran laicos, hombres en su mayoría. Dos mujeres componían este grupo. Una era Natalia. Había entregado su vida por la fe a sus 39 años. Quiso defender los pilares que sustentaban su existencia y acompañar a los débiles. Un testimonio de indudable valor siempre, y especialmente en el periodo que atravesamos.

Era polaca. Había nacido el 9 de abril de 1906 en Rzeszów. Fue la segunda de seis hijos. Su familia sembró en su corazón la semilla de la fe, y la defensa de este sagrado depósito se convirtió en lo más importante de su vida. De otro modo, ni habría sido agente de pastoral, ni se habría expuesto conscientemente a ponerla en peligro. Debido a la profesión de su padre, inspector fiscal, vivieron en distintos lugares. En Cracovia estudió en el colegio regido por las clarisas. Y en 1921, al establecerse en Poznań, siguió su formación con las ursulinas. Entre 1931 y 1932 se licenció en filología polaca. A lo largo de los años afianzó sus principios evangélicos que le ayudarían a afrontar la pérdida de su hermana mayor por causa de la tuberculosis, lesión que ella misma contrajo. Fue a Rabki para recibir tratamiento, y allí impartió clases en el colegio de la Sagrada Familia de Nazaret. Todo ello acontecía en los preámbulos de un momento histórico-político álgido que cambiaría la faz de su país.

Dándole la espalda a un amor que se resistía a compartir con ella la fe, entendió, pese a todo, que su lugar estaba en el mundo, no en el convento. Fue honesta, coherente, generosísima. No entraba en sus planes de futuro forjar un hogar junto a un hombre que abiertamente profesaba el ideal comunista. Ocho años intentando que Jack se convirtiera sin conseguirlo le bastaron para dejar cerrado este capítulo de su vida, no sin dolor, no sin sacrificio. En 1934 canceló su compromiso y abrió sus brazos a un nuevo horizonte. Inteligente, vital e inquieta solía rodearse de personas que no cediesen a lo banal. Amaba la música –en 1931 había defendido la tesis «Mickiewicz y la música»–y le fascinaba la literatura. Además, se deleitaba con la naturaleza, con el teatro… Era políglota, investigadora, narradora de cuentos, relatos, y estaba inclinada también a la labor periodística que tuvo su manifestación en elaborados reportajes publicados en la prensa de su país. Viajó por Italia y al pasar por Asís debió experimentar gran emoción al hallarse en la patria del Poverello, que era uno de los santos que admiraba. Entre sus lecturas se hallaba su vida junto a la de Teresa de Avila, Juan de la Cruz y Alberto Chmielowski. Una personalidad, sin duda, muy atractiva, prolongación de su encanto natural.

Desde 1933 a 1937 en su quehacer docente fue sembrando de esperanza el futuro de sus alumnos que acudían a las aulas de la escuela de San Casimiro de Poznań, y en el liceo regido por las madres ursulinas. Era una líder apostólica nata. Por influjo de la excepcional formación que había recibido en su hogar, desde niña se había ido abriendo paso en su interior un poderoso sentimiento impregnado de la bienaventuranza «los que tienen hambre y sed de justicia». Así lo expresó: «El hambre es doble dentro de mí. El hambre de santidad y el hambre de belleza. En realidad, son los mismos». Formaba parte de la Sociedad de María.

Nada más producirse la invasión de Hitler y Stalin sobre Polonia en 1939, responsables de regímenes opuestos a todo fenómeno religioso dictaron contra ella una orden de extrañamiento. Y de la noche a la mañana se encontró desprovista de hogar y de la elemental seguridad y libertad a la que todo ciudadano tiene derecho. Profesionalmente pasó a ser una docente obligada a impartir enseñanza de forma clandestina. Vivió en Ostrowiec Kielecki y finalmente se trasladó Cracovia, lugar al que también se desplazó su familia. En ese momento vio consternada cómo el ejercicio de las clases quedaba completamente vedado para ella. Infinitamente más doloroso fue ver cómo las circunstancias dramáticas le impedían ejercitar su apostolado. Y sumamente preocupada por la repercusión que los hechos que acontecían podían tener en la vida espiritual de tantas jóvenes como ella, especialmente de las que habían sido enviadas a Alemania para realizar trabajos forzados, en 1943 se ofreció voluntariamente para partir allí, y se convirtió en obrera de una de las fábricas. De ese modo, podía alentar a sus compañeras a que conservaran intacta la fe. La decisión surgió después de visitar a uno de sus hermanos en el guetto y ver las condiciones infrahumanas que rodeaban a todos.

Ella formaba parte de la resistencia polaca. No es difícil imaginar el desaliento y la angustia de estas jornaleras, y el bálsamo que supuso la ofrenda de Natalia que les transmitía su plena confianza en Dios omnipotente. Junto al trabajo que desempeñaba en la fábrica Günther-Wagner de Hannover, de forma valerosa infundía esperanza en el Creador y animaba a confiarse a Él a más de trescientas obreras polacas. Este intenso apostolado laical que llevaba a cabo llamó la atención. Y fue arrestada por la Gestapo en 1944. La reclusión les parecía poco y la torturaron de forma atroz, ultrajándola en la cárcel de Colonia para internarla después en el campo de exterminio de Ravensbrück, Alemania. Ese Dios al que imploraba le había dado una fuerza de hierro. El Viernes Santo de 1945, a pesar de las vejaciones sufridas que la habían dejado extremadamente debilitada, dio una lección en el barracón sobre la Pasión y Resurrección de Cristo que infundió gran ánimo en los creyentes. Una de sus heroicas lecciones fue el perdón: «No se puede vivir con el odio, el odio lleva siempre a la muerte […]. No se puede odiar ni siquiera a aquellos que nos han hecho mal». El 31 de marzo, Domingo de Pascua, la condujeron a la cámara de gas, donde entregó su vida al Padre. Dos días más tarde los aliados liberaron a todos los prisioneros.

(31 de marzo de 2013) © Innovative Media Inc.

otros santos 31 de marzo:

- San Benjamín

domingo, 30 de marzo de 2014

30 de marzo: San Pedro Regalado

Presbítero Franciscano
(1391-1456)
Patrono de los toreros

Por tierras de Aranda dice la gente este refrán:

El que la gloria en vida quiera,
que vaya en romería a La Aguilera.

La Aguilera es un púeblecito húrgales perdido en la llanura castellana, cerca de la ribera del Duero. En las afueras, al poniente, sobre el manto dorado y verde de la tierra, se recorta la silueta del santuario: muros pesados y sombríos, cúpulas oscuras, agujas atrevidas sondeando el cielo. Dentro, claustros, galerías largas y desnudas, capillas con retablos churriguerescos, blasones, piedras tumbales, mármoles, estatuas, y, llenándolo todo, el recuerdo, el nombre y la gloria de San Pedro de Costanilla, a quien, recogiendo un mote de familia, llamaron ya en vida estas gentes castellanas San Pedro Regalado.

Todos por aquí conocen este nombre y le repiten con veneración; pero son pocos los que sabrían deciros algo de la historia del que le llevó. Fue un gran santo; hace muchos milagros, lo cual parece indicar que tiene mucha influencia en el Cielo. ¿Qué necesidad tenemos de saber otra cosa? Sus mismos hermanos, los Padres franciscanos, no os dirán mucho más. Saben, ciertamenete, que era un vallisoletano que, desde su infancia, se hizo discípulo del reformador de la Orden en Castilla, fray Pedro de Villacreces; y que, muerto el maestro, heredó su espíritu y le conservó con suavidad y fortaleza a la vez en los conventos reformados. Fue vicario de La Aguilera y del Abrojo en aquellos días en que Juan II decía al tiempo de morir: «Bachiller Cibdareal, fuera yo fraile del Abrojo, y no rey de Castilla.» Y ciertamente que fray Pedro no se hubiera cambiado nunca por don Juan. Su vida fue recorrer esta tierra de Castilla, tierra llana y de pan llevar; de Burgos a Falencia y de Palencia a Valladolid, mendigando y predicando en las orillas del Duero y del Pisuerga, hablando con gesto risueño a las gentes de las paneras inagotables del Cielo; sembrando, sin darse cuenta, sus milagros y sus consuelos, y comiendo junto a las fuentes el pan duro que le daban los labriegos. Siempre sonriente, siempre afable, siempre bondadoso, hasta cuando recordaba a los relajados las reglas severas de su maestro.

Esto es todo lo que os dirá el hermano portero de La Aguilera. Pero luego os cogerá del brazo, os meterá en el convento y os pondrá delante del santo. Veréis el jardín donde paseaba absorto en sus meditaciones; el otero desde donde contemplaba en el horizonte lejano y encendido la agonía lenta de la tarde, exclamando, tal vez, como Raimundo Lulio:

« ¡ Oh bondad! »; la sala donde hablaba a sus hermanos de la pobreza y de la muerte; el bosquecillo cuyas ramas se estremecían al caer sobre su cuerpo los golpes de la disciplina. Aquí está también la capilla de la Gloria, donde el santo dijo la primera misa, donde el amor le arrebataba en sus brazos; y la iglesia conventual, donde presidía el rezo de la salmodia; y el camarín que guarda sus sandalias y su rosario y su cuerpo, encerrado en urna de alabastro, con la estatua yacente iluminada por reverberos de gloria.

Y en todas partes frescos, pinturas, relieves, recordando al peregrino las maravillas obradas por el santo. Se le ve pasando el río Duero sobre el esquife, enseñando al superior los mendrugos de pan que lleva a los mendigos, y que se convierten en rosas; levantándose del sepulcro para dar una limosna a un anciano que se desmaya delante de su cuerpo; sujetando con su mirada a un toro escapado de la plaza de Valladolid; enseñando el catecismo a un grupo de muchachos desharrapados; llegando a su convento en compañía de una turba de pobres, de cojos y enfermos; caminando en manos de ángeles, del Abrojo a La Aguilera; elevándose en éxtasis con los ojos encendidos, las manos crispadas y el corazón inflamado como un horno. «Estos no son más que algunos de sus milagros—nos dice el guía—. En el archivo de la casa se guardan dos infolios donde constan los que hizo a poco de su muerte. Todos están confirmados por notarios reales. Cuando estuvo aquí la reina Isabel la Católica se empeñó en que sacasen a San Pedro del cementerio común, y lo consiguió después de muchas discusiones con la comunidad.» «Si ahora—decía el Padre guardián—nos está dando tanta guerra, ¿qué será cuando le pongan aparte y en un sepulcro vistoso?»

Tal argumento del buen fraile no era del todo concluyente; pero es lo cierto que sus devotos de La Ribera siguieron viniendo en compactas y polícromas romerías para venerar sus huesos y confiarle su necesidad. Hoy mismo no se pueden recorrer sin emoción estas estancias, donde parece respirarse todavía el soplo de su bondad franciscana, donde aún se siente palpitar aquella pasión ardiente de lo eterno que, en un anhelo mortal y angustioso, lanzaba hacia regiones imposibles un corazón en ascua, precursor, por el amor y la penitencia, del corazón de San Pedro de Alcántara.

Dando voy pasos perdidos
por tierra que toda es aire.
Que sigo mi pensamiento
y no es posible alcanzarle.

(fuente: www.divvol.org)

otros santos 30 de marzo:

- San Juan Climaco

sábado, 29 de marzo de 2014

29 de marzo: Beato Bertoldo del Monte Carmelo (Bartolomé Avogadro)

Madrid, 29 de marzo de 2013 (Zenit.org) Los orígenes de cualquier fundación religiosa alumbran existencias de personas generosísimas que se desprendieron de sí mismas. Llevadas por la gracia, abrieron nuevos caminos para conquistar la unión con la Santísima Trinidad. Son páginas históricas que los integrantes de cada movimiento eclesial custodian con verdadero celo y ternura.

En ellas encuentran matices estimadísimos de sus fundadores y fundadoras sin los cuales sus vidas podrían haber tenido otro sentido. Y también de los primeros miembros que les precedieron en el itinerario espiritual abrazándose al específico carisma que los aglutinó.

Cuando se trata de instituciones tan vetustas como la del Carmelo, no es fácil reconstruir los hechos identificando los pilares que sostuvieron su primera andadura. Y sin embargo, siempre hay alguna pista que merece la pena rastrear, indicios que esta insigne orden primitiva, que tanta gloria viene dando a la Iglesia, consigna en sus anales puntualizando aspectos que han de tenerse en cuenta. El beato Bertoldo, cuya vida aparece envuelta en cierta neblina, fue uno de los artífices de la misma.

Se sabe que era francés, que pudo venir al mundo en el seno de una noble familia, y que su existencia discurrió a lo largo del siglo XII, ya que habría nacido a finales del siglo XI. Mientras que algunos le han atribuido la fundación de la orden carmelita, la voz autorizada de estos religiosos solo reconocen en él a su primer maestro general. Cuando Bertoldo –de nombre de pila Bartolomé– llegó a Monte Carmelo, los primeros integrantes hacía un tiempo que gozaban de la vida eremítica.

Un flujo incesante de cruzados dispuestos a dar su vida para defender la fe fue una de las características de la época. Muchos jóvenes aguerridos se sumaban a la contienda con este único fin. Era un alto honor que no quisieron eludir. Bertoldo, que se había formado teológicamente en la universidad de París y había sido ordenado sacerdote, se sintió llamado a empuñar las armas contra los infieles. Jerusalén era el objetivo.

Allí se dirigía junto a su tío Aimerico, luego primer patriarca de Antioquia, cuando esta ciudad fue tomada por aquéllos. Posiblemente en el fragor de la batalla, es un hecho que no está comprobado, se le pudo dar a entender por revelación que la enconada lucha que se libraba había sido desencadenada por la impenitencia de los soldados cristianos. Bertoldo hizo entonces solemne promesa de consagrarse a la vida religiosa, dedicándola a la Virgen María, si salían sanos y salvos. Obtuvieron el triunfo y emitió los votos.

La cuestión es que pudo llegar a Monte Carmelo, y seducido por la vida eremítica se estableció allí junto a un nutrido grupo de compañeros configurando en 1154 una comunidad cenobítica. Gozaban del favor eclesiástico ya que en 1141 el patriarca de Jerusalén había reformado las órdenes monásticas. Era un momento propicio para ellas. Abrió una veda fértil que dio incontables vocaciones. La capilla que erigieron en las proximidades de la «fuente de Elías», poblada por anacoretas, fue dedicada inicialmente a Nuestra Señora del Monte Carmelo.

Su presencia revitalizó el espíritu de oración, meditación y ayuno característico de los primeros integrantes de la orden carmelita que tenían su origen en el profeta Elías. Por esa razón, también se le ha considerado «restaurador» de la misma. El grupo tomó el nombre de Hermanos de Santa María del Monte Carmelo. Siendo Aimerico patriarca de Antioquia visitó el lugar. Iba como legado ad latere de la Santa Sede para Tierra Santa, y designó a Bertoldo de Malefaida primer prior general de los carmelitas. Éste impulsó la creación y reconstrucción de monasterios. De hecho, se le atribuye la expansión de la Orden por otros rincones de Palestina, que luego se extendería por Europa. Es lo que se desprende de la información que Pedro Emiliano proporcionó al monarca Eduardo I de Inglaterra en una carta que le remitió en 1281.

Dios pudo querer consolar el afligido corazón de Bertoldo por las feroces luchas que no tenían tregua y que iban diezmando la comunidad. Le permitió ver cómo entraban en la gloria escoltados por ángeles un importante número de hermanos que habían derramado su sangre en defensa de la fe cristiana sucumbiendo a manos de los sarracenos. De este favor dio cuenta el historiador de la Orden, Paleonidoro.

Bertoldo murió el 29 de marzo de 1195. Durante cuarenta y cinco años había dirigido sabiamente a las comunidades manteniendo vivo el amor a la Virgen. Y las huellas del carisma carmelitano se hallaban presentes en las obras que habían emprendido: monasterios en Acre, Tiro y el de Beaulieu en Líbano, una capilla en Sarepta, un hospicio en Jerusalén, etc., además de haber sembrado de comunidades el entorno del Jordán.

Tras el deceso de Bertoldo, Alberto, patriarca de Jerusalén, entregó la regla a sus seguidores basada en la contemplación, la meditación sobre las Sagradas Escrituras y el trabajo. Tomando el testigo, Brocardo sustituyó al beato como segundo prior general. Era uno de los carmelitas que había sido formado por aquél gozando de su confianza.

El culto dedicado a Bertoldo se fijó en 1564 por el capítulo general de la Orden. Y tras el periodo comprendido entre 1585, fecha en la que su nombre se extrajo del breviario que había sido reformado, en 1609 volvió a consignarse en él.

(29 de marzo de 2013)
© Innovative Media Inc.

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- Santa Gladys, Reina de Gales

viernes, 28 de marzo de 2014

28 de marzo: San Proterio de Alejandría

Obispo
(† 457)

Mesopotamia era dualista, nestoriana; Egipto era unitario, monofisita. El Nilo era un elemento de unidad, una cadena, un lazo; al otro lado, el Eufrates y el Tigris dividían la inmensa llanura. Aun hoy el Nilo es monofisita; el Eufrates y el Tigris son nestorianos. El error asiático había sido destruido en Éfeso por un egipcio; el error egipcio había sido aniquilado en Calcedonia por los doctores asiáticos. Pero una vez más Alejandría protestaba contra Constantinopla. Mientras Dióscoro, el vencido de Calcedonia, caminaba al desierto, el fermento unitario, amasado en las aguas del río sagrado, hervía en los egipcios rebeldes. Hervía, sobre todo, entre las legiones de monjes que vivían cerca de Menfis y de Tebas, en los desiertos de la Libia y en las cercanías del mar Rojo, que, como decía Eteria, no es rojo ni es mar.

En estas circunstancias sube Proterio a ocupar la sede patriarcal de Alejandría. Es un hombre ecuánime, ama la paz, se esfuerza por tranquilizar aquella iglesia, agitada por tantos vendavales de ambiciones y codicias desde hacía medio siglo; San León aprueba su fe, y en Bizancio admiran su virtud. Pero él no es unitario: predica, defiende e impone la doctrina de las dos naturalezas, con disgusto de los enemigos de Calcedonia, con rabiosa protesta de los solitarios. Los discípulos de San Antonio se habían convertido en un peligro para la Iglesia y para el Imperio. Seguían ayunando semanas enteras y rezando noches enteras, pero eran fanáticos, soberbios, agitadores, y muchos de ellos ignorantes. De cuando en cuando aparecían en Alejandría con sus barbas revueltas, con sus rostros demacrados, con sus túnicas rotas, con sus gruesos bastones, provocando alborotos y haciendo temblar a los gobernadores.

Ahora, en las lauras y en los monasterios, sucedía un fenómeno extraño. Todas las noches, cuando los monjes estaban en sus oraciones, un día en las afueras de Alejandría, otro en el fondo de Scete, aparecía una figura vestida de negro, con el capuchón hundido sobre la frente, que, sirviéndose de una cana vacía, o lanzando agudos gritos, que parecían maullidos de gato, decía a los solitarios, llamando a cada uno por su nombre: «Despojad a ese maldito, arrojad a Proterio de su sede, elegid a Timoteo el asceta. Soy un ángel de Dios que vengo a traeros el mandato divino.» Una maravilla más, unida a las muchas que contaban las vidas de los antiguos anacoretas. Los monjes dieron gracias a Dios de que se dignaba manifestarles su santa voluntad, y se presentaron tumultuosamente en la celda del asceta Timoteo, intimándole las órdenes del Cielo. Resistióse él, como convenía a un hombre que hacía profesión de humildad; pero acabó por ceder en bien de la paz. Observaron entonces que el ángel del Señor que hacía aquellas excursiones nocturnas por los desiertos, se parecía como un huevo a otro al asceta Timoteo. Nada tiene de particular, pensaban algunos, que el espíritu celeste, debiendo tratar con los hombres, hubiera tomado la forma de aquel santo varón; pero otros, menos crédulos, soltaron la carcajada al constatar el caso, y empezaron a dar al asceta el sobrenombre de Ailuro, que quiere decir «Timoteo el Gato». En realidad, decían, no es el ángel quien ha tomado la forma del asceta, sino el asceta quien ha tomado la forma del ángel.

El hecho es que Timoteo, resignándose a la voluntad divina, dejó su celda y se dirigió camino de Alejandría, escoltado por el ejército de sus raptores. En los arrabales agregó a su escolta una tropa de sediciosos, gente maleante, armadores del puerto, remeros y cargadores, los parabolanos que tan fielmente habían servido a Dióscoro en el latrocinio de Éfeso, y entre los aullidos de estos hombres, unos cargados de vino y otros que no habían bebido vino en toda su vida, penetró triunfalmente en la ciudad, se hizo consagrar por dos obispos excomulgados, y, poniéndose luego al frente de sus tropas, salió en busca del patriarca anatematizado por la voz nocturna que bajando del Cielo había atravesado las soledades egipcias. Proterio estaba en la basílica rezando e instruyendo a sus catecúmenos. La entrada de aquellos forajidos, que venían blandiendo espadas y bastones, le asustó al principio. Buscó un refugio en el baptisterio, pero hasta allí le siguieron los asaltantes. Viendo inútil todo intento de fuga, cayó de rodillas, ofreciendo su vida por la integridad de la fe. Su cuerpo fue arrastrado por las calles, ultrajado, abrasado. El Gato arañaba, y siguió arañando y mordiendo, hasta que un concilio le declaró hereje, ambicioso, homicida y alborotador, y un piquete de pretorianos le llevó esposado al Quersoneso.

(fuente: www.divvol.org)

otros santos 28 de marzo:

- San José Sebastián Pelczar

jueves, 27 de marzo de 2014

27 de marzo: San Ruperto de Salzburgo

Martirologio Romano: En Salzburgo, en Baviera, san Ruperto, obispo, que siendo originario de la región de Worms, a petición del duque Teodon se dirigió a Baviera y en la antigua ciudad de Juvavum edificó una iglesia y un monasterio, donde estuvo al frente como obispo y como abad, y desde allí difundió la fe cristiana (c. 718).

Obispo de Salzburgo, la hermosa ciudad austríaca, cuya fama está unida a la de su hijo más ilustre, Wolfgang Amadeus Mozart, se llama así porque cerca se encuentran unas minas de sal. De ahí viene el nombre de Salzburgo, que significa “ciudad de la sal”.

Su primer obispo y patrono principal, san Ruperto, aparece en los cuadros con un salero en la mano (o con un barril, lleno precisamente de sal y no de vino, como creen algunos estudiosos no bien informados). Es el único santo local festejado, no sólo en las regiones de idioma alemán, sino también en Irlanda: en realidad, también él fue un típico representante de los “monjes irlandeses” itinerantes.

San Ruperto descendía de los robertinos o rupertinos, una importante familia que dominaba con el título de conde en la región del medio y alto Rin. De esta familia nació también otro san Ruperto (o Roberto), de Bingen, cuya vida fue escrita por santa Ildegarda. Los robertinos estaban emparentados con los carolingios y tenían su centro de actividades en Worms. Aquí recibió san Ruperto su formación de timbre monástico irlandés. Hacia el 700, como sus maestros, se sintió llevado a la predicación y al testimonio monástico itinerante y por eso viajó a Baviera, obteniendo buenos resultados en Regensburg y en Lorch. Con la ayuda de Teodoro de Baviera fundó, cerca de Salzburgo, en lo que hoy es Seekirchen, una iglesia dedicada a san Pedro. Pero el lugar no parecía apropiado para los proyectos de san Ruperto, y entonces pidió al conde otro territorio, a orillas del río Salzach, cerca de la antigua y decadente ciudad romana de Juvavum.

El monasterio que construyó allí, dedicado también a san Pedro, es el más antiguo de Austria y el núcleo de la nueva Salzburgo. Su desarrollo se debió a la obra de los doce colaboradores que san Ruperto llevó allí de su tierra natal: entre ellos Cunialdo y Gislero, venerados como santos. No lejos del monasterio de san Pedro, surgió también un monasterio femenino, cuya dirección fue confiada a la abadesa Erentrude, sobrina de Ruperto.

Este grupito de valientes fue el que hizo surgir la nueva Salzburgo, que con razón considera a Ruperto como su refundador: “Su figura demuestra cómo una personalidad llena de fuerza y de sensibilidad, ahondando las raíces en las profundidades del espíritu cristiano, puede impedir con inteligencia y sin límites geográficos cualquier decadencia tanto interior como exterior” (J. Henning). San Ruperto murió el 27 de marzo del 718, día de Pascua. Sus reliquias se conservan en la magnífica catedral de Salzburgo, edificada en el siglo XVII.

(fuente: es.catholic.net)

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- Beato Francisco Faà di Bruno

miércoles, 26 de marzo de 2014

26 de marzo: San Braulio de Zaragoza

(h. 585-651). Obispo de Zaragoza, santo. De familia acomodada, fueron hermanos suyos Juan Buscar voz..., predecesor en la sede de Zaragoza, Frunimiano, Basilia y Pomponia, abadesa de un monasterio desconocido. Probablemente era una familia no goda sino hispanorromana. Su padre, Gregorio, tal vez fuera obispo de Osma. Impreciso es también el lugar de su origen: Osma, Gerona, Sevilla, Toledo y Zaragoza pudieron serlo. De sólida formación clásica, eclesiástica y literaria, se ha pensado que su alta cultura proviene sobre todo de su estancia en Sevilla, durante diez años aproximadamente, junto a San Isidoro Buscar voz..., si bien este punto ha sido recientemente puesto en duda. Se formara o no en Sevilla, parece que sugirió a Isidoro la redacción de una enciclopedia (Etymologiae). Su llegada a Zaragoza se documenta hacia el 619, año en que Juan Buscar voz... sucede a Máximo en la sede cesaraugustana: a raíz del nombramiento de su hermano, Braulio aparece como arcediano de Zaragoza.

Probablemente Braulio pasa de arcediano a obispo en 631, fecha generalmente admitida. Como obispo de Zaragoza asistió a los concilios Buscar voz... IV (633), V (636) y VI (638) de Toledo, pero no al VII, ni siquiera por representación, a pesar de haberse celebrado en su tiempo. Su gran influencia en estas asambleas está fuera de duda, pero precisar su aportación personal es imposible. No se puede afirmar que fue él quien redactó los cánones del concilio V. Hay razones más sólidas para señalar su mayor intervención en el VI. La relación que existe entre su carta XXI, el canon tercero de este concilio y la Confesión de los judíos de la ciudad de Toledo dan pie para hacer la afirmación de que fuese Braulio el autor de los cánones conciliares.

Fue en esta sexta asamblea donde se hizo más patente su gran prestigio en la Iglesia y en la vida política de la España visigoda Buscar voz..., y su intervención constituye la mejor prueba de que a la muerte de Isidoro (636) el centro cultural de Hispania había pasado de Sevilla a Zaragoza en la figura del más ilustre de sus discípulos. Unos cincuenta padres se habían reunido en Toledo por orden de Chintila. Durante la asamblea, un legado del papa Honorio se presentó con una carta que sólo conocemos por la respuesta de Braulio. En ella, al mismo tiempo que reprendía al episcopado hispano por su poco celo en la represión de los «pérfidos» (verosímilmente los judíos Buscar voz...), les llamaba también «perros mudos» y les exhortaba a que fuesen más robustos en la fe. En nombre del concilio contesta Braulio con una carta respetuosa hacia la autoridad mal informada, defendiendo a la jerarquía hispana. Recuerda a Honorio que también Roma había actuado muy benignamente con los judíos relapsos.

Al finalizar su vida quedó ciego. La fecha más probable de su muerte es el 651. Su culto no se introduce hasta el siglo XIII y el martirologio romano celebra su fiesta el 26 de marzo. Por lo que se refiere a su obra, escribió numerosas cartas que San Ildefonso menciona en el De viris illustribus (sobre los varones ilustres). El conjunto epistolar de Braulio consta de 44 cartas, 32 de las cuales fueron escritas por él, la mayoría en la época de su episcopado. Son documentos preciosos para el conocimiento de la España visigoda en la primera mitad del siglo VII. En ellas se descubre como el discípulo predilecto y amigo singular de San Isidoro, a quien anima y estimula en la redacción de sus obras. Interviene y aconseja al rey Chindasvinto en asuntos políticos de tanta trascendencia como la sucesión al trono. Recesvinto le encomienda la corrección de un importante códice, probablemente el Fuero Juzgo. Las más relevantes figuras del clero visigodo de su tiempo (San Eugenio Buscar voz..., Tajón Buscar voz..., San Fructuoso, Eutropio, su hermano Frunimiano y otros) acuden en busca de su consejo en las más variadas cuestiones doctrinales y pastorales.

Añadió un número a la obra de Isidoro Sobre los varones ilustres, escribiendo una biografía completa del hispalense y, sobre todo, un catálogo detallado de sus escritos. Enumera 17 y, con rara excepción, por orden cronológico (h. 637, Praenotatio librorum divi Isidori). A ruegos de su hermano Juan redactó la vida de un ermitaño riojano que había muerto en 574, bajo el epígrafe de Vida de San Emiliano. La escribió con la intención de que se leyese en la misa del santo y con este fin la envió al monasterio de San Millán. Instado por su hermano Frunimiano, compuso un himno en honor de San Emiliano destinado, tal vez, más que al misal, al breviario. Revisó las Etimologías de Isidoro, ordenándolas en 20 libros.

Braulio fue, después de Isidoro de Sevilla y junto con Julián de Toledo, la personalidad de más prestigio e influencia en la España visigoda. Es patrono de la Universidad de Zaragoza.

• Bibliog.: Fita y Colomé, F.: «El Papa Honorio y San Braulio de Zaragoza»; La Ciudad de Dios, IV (1870), pp. 186-204, V (1871), pp. 271-279, 358-365 y 447-458, VI (1871), pp. 48-60, 101-107, 192-200, 252-260, 337-346 y 403-417. Pérez de Urbel, J.: «Braulio»; en Dictionnaire d´histoire ecclésiastique, X (1937), pp. 441-453. Madoz, J.: Epistolario de San Braulio; Madrid, 1941. Lynch, C. H., y Galindo, P.: San Braulio obispo de Zaragoza (631-651). Su vida y sus obras; Madrid, 1950. Riesco Terrero, L.: Epistolario de San Braulio; Sevilla, 1975. García Iglesias, L.: Zaragoza, ciudad visigoda; Zaragoza, 1979.

• Historiog.: El obispo zaragozano San Braulio es persona de importancia en la historiografía Buscar voz... relacionada con las tierras del futuro Aragón, pues, con independencia de otras obras ajenas a este aspecto, como la Praenotatio a las biografías de San Isidoro de Sevilla sobre varones ilustres, y la Vida de San Millán, pasa por ser redactor de las Actas de los innumerables mártires de Zaragozaz, en opinión de Enrique Flórez.

(fuente: www.enciclopedia-aragonesa.com)

otros santos 26 de marzo:

- Beata Magdalena Catalina Morano

martes, 25 de marzo de 2014

25 de marzo: Santa Margarita Clitherow

Margarita Clitherow nació en Yorkshire (Inglaterra). Era la esposa de John Clitherow, cuya familia era católica, a pesar de que había tomado en la religión oficial de Inglaterra mucho antes de que se casó. Dos o tres años después de su matrimonio, Margarita se convirtió al catolicismo. Su casa se ​​convirtió en un lugar de tránsito obligado de los sacerdotes, en donde se ofrecieron misas en secreto en tiempos difíciles para el catolicismo.

Su marido acompañó todas sus decisiones, inclusive cuando decidieron enviar a su hijo mayor a Douai, (Francia) para ser allí educado. No sólo era devota, ella era también una gran misionera, trabajó arduamente por la conversión a otros. Mientras tanto, las leyes contra la fe católica se hicieron más duras, y el gobierno inglés estaba decidido que el catolicismo debe ser erradicado de Yorkshire donde era especialmente fuerte. Margarita ayudó a sacerdotes fugitivos.

Ella era una buena ama de casa, hábil en los negocios y muy amada por su marido, a pesar de que ella lamentaba no poder asistir a la iglesia con él.

Un día, su marido fue convocado por las autoridades para explicar por qué su hijo mayor se había ido al extranjero y, acto seguido, la casa de la Familia Clitherow fue allanada. Un niño fue atemorizado y reveló el escondite de los sacerdotes, donde se guardaban los cálices y ornamentos. Margarita fue detenida junto con una vecina que había asistido a una misa en la casa de la familia Clitherow. La única preocupación de Margarita era que su familia estuviera a salvo.

Margarita fue llevada a juicio y fue condenada a ser torturada hasta la muerte. Ella fue colocada en el piso y sus verdugos pusieron sobre su cuerpo numerosos objetos y piedras amontonadas hasta que murió aplastada.

Margarita murió el 25 de marzo 1586, siendo sus últimas palabras , "Jesús, Jesús, Jesús, ten misericordia de mí!". Ella sólo tenía treinta años de edad y fue canonizada en 1970.

traducido por mallinista
(fuente: www.ewtn.com)

lunes, 24 de marzo de 2014

24 de marzo: Santa Catalina de Suecia

Martirologio Romano: En Vástena, en Suecia, santa Catalina, virgen, hija de santa Brígida, que casada contra su voluntad, con consentimiento de su cónyuge conservó la virginidad y, al enviudar, se entregó a la vida piadosa. Peregrina en Roma y en Tierra Santa, trasladó los restos de su madre a Suecia y los depositó en el monasterio de Vástena, donde ella misma tomó el hábito monástico (1381).

Etimológicamente: Catalina = Aquella que es pura y casta, es de origen griego.

Fecha de canonización: Culto confirmado por el Papa Inocencio VIII el año 1784.

A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año 1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.

Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren con quien acordó vivir su matrimonio en castidad; ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas.

Brígida, su madre, ha tenido la revelación de fundar la Orden del Santísimo Salvador que tenga como fin alabar al Señor y a la Santísima Virgen según la liturgia de la Iglesia, reparar por las ofensas que recibe de los hombres, propagar la oración contemplativa -preferentemente de la Pasión- para la salvación de las almas.

Madre e hija se encuentran juntas en Roma. Cuando Catalina tiene planes de regresar a su casa junto al esposo, Brígida comunica a su hija otra revelación sobrenatural de Dios: ha muerto su yerno. Esto va a determinar el rumbo de la vida de Catalina desde entonces. Ante el lógico dolor y la depresión anímica que sufre, es sacada de la situación por la Virgen. Es en estas circunstancias cuando muestra ante su madre la firme disposición interna a pasar toda suerte de penalidades y sufrimientos por Jesucristo. Las dos juntas y emprenden una época de oración intensa, de mortificación y pobreza extrema; sus cuerpos no conocen sino el suelo duro para dormir; visitan iglesias y hacen caridad. La joven viuda rechaza proposiciones matrimoniales que surgen frecuentes, llegando algunas hasta la impertinencia y el acoso. Peregrinan a los santuarios famosos y organizan una visita a Tierra Santa para empaparse de amor a Dios en los lugares donde padeció y murió el Redentor.

En el año 1373 han regresado, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.

Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre.

Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.

Aparte de las revelaciones que tuvo y de las predicciones sobrenaturales que hizo la santa, se cuenta de ella la finura de alma que le llevó a la confesión diaria durante veinticinco años -no por ser escrupulosa- y que consiguió la confesión arrepentida de impenitentes a punto de morir. También se habla de luces que rodean el cuerpo inerte después de su muerte, de una estrella que pudo verse por un tiempo señalando el lugar del reposo y de luminosidades que refulgían junto al sarcófago. No es extraño que la leyenda haya querido dejar su huella intentando hacer que los sentidos descubran la magnanimidad de su alma que sólo es perceptible por lo externo. Por eso dijeron que nunca mamó la leche de la nodriza mundana mientras buscaba el pecho de su madre santa y de otras mujeres honestas. Igualmente contaron que libró a Roma de inundación entrando sus pies en el Tiber y hablaron de la liberación de una posesa.

De todos modos, los santos de ayer y de hoy, siempre han sido puntos de inflexión de la gracia para el bien de todos los hombres.

(fuente: catholic.net)

Otros santos 24 de marzo:

- Beato Diego José de Cádiz

domingo, 23 de marzo de 2014

23 de marzo: Beato Marcos de Montegallo

Sacerdote de la Primera Orden (1425‑1496). Aprobó su culto Gregorio XVI el 20 de septiembre de 1839.

Marcos nació en 1425 en Fonditore, poblado del común de Montegallo, donde su padre, Claro de Marchio, se había retirado hacía algunos años para huir de las feroces facciones que azotaban a Ascoli Piceno. Regresó a esta ciudad para facilitar los estudios a Marcos, que pronto pasó a la Universidad de Perusa y de aquí a Bolonia, donde se doctoró en Leyes y Medicina. En Ascoli ejerció un tiempo la profesión de médico. Para satisfacer los deseos de su padre, en 1451 se casó con Clara Tibaldeschi, noble mujer, con la cual vivió en continencia. A la muerte de su padre, al año siguiente, de común acuerdo los esposos abrazaron la vida religiosa, ella acogida entre las clarisas del monasterio de Santa Clara de las Damas Pobres en Ascoli, él en el convento de los Hermanos Menores de Fabriano.

Hecho el noviciado en Fabriano, fue superior en San Severino, luego comenzó la misión de predicador, bajo la guía del gran cohermano y coterráneo San Jaime de la Marca. Las principales llagas de su siglo eran las guerras civiles y la usura, ejercida sobre todo por los hebreos. Marco con fervorosa predicación llevó la paz y la concordia y calmó las facciones en Ascoli, Camerino, Fabriano y en otras ciudades. Contra el abuso de los hebreos instituyó Montes de Piedad en Ascoli (1458), Fabriano (1470), en Fano (1471), en Acervia (1483), en Vicenza (1486), en Ancona, Camerino, Ripatransone y en Fermo (1478).

En 1480, junto con otros cohermanos, fue nombrado por Sixto IV predicador y colector para la cruzada. También fue director espiritual de la Beata Camila Bautista Varano. Encontró tiempo para escribir también algunas obras, entre ellas «La Tavola della Salvezza», que imprimió en Florencia en 1494.

El 19 de marzo de 1496 en Vicenza, donde estaba predicando, fue sorprendido por la muerte y fue sepultado en la iglesia franciscana de San Biagio Vecchio, donde fue objeto de culto público. «En Ascoli Piceno hay en la iglesia franciscana una pintura del beato, fechada en 1506. En Montegallo se erigieron altares en su honor. No mucho después de su muerte fue compuesta una alabanza rítmica latina que exalta su vida santa.

Marcos de Montegallo pertenece al numeroso grupo de predicadores del Evangelio y de la penitencia del estilo, inalcanzable por su equilibrio sobrenatural, de San Bernardino de Siena. Ellos produjeron una primavera de vida cristiana, una florescencia extraordinaria de santidad.

(fuente: www.franciscanos.net)

otros santos 23 de marzo:

- San Toribio de Mogrovejo

sábado, 22 de marzo de 2014

22 de marzo: Beato Cardenal Clemens August von Galen

Cardenal Clemens August von Galen, obispo de Münster
(1933-1946)

Nació el 16 de marzo de 1878 en el castillo de Dinklage, en Oldenburg (Alemania). Era el undécimo de trece hijos de los condes Ferdinand y Elisabetta von Spee; creció en el seno de una familia creyente. Comenzó sus primeros estudios en el colegio de los jesuitas de Feldberg y obtuvo el título de bachillerato en 1896, en Vechta. Continuó sus estudios en Friburgo (Suiza), Innsbruck y Münster. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de mayo de 1904.

Durante un breve período ejerció el ministerio como vicario cooperador de la catedral de Münster; luego fue nombrado vicario cooperador de la iglesia de San Matías en Berlín. Comenzó así una actividad sacerdotal en la capital del antiguo imperio alemán, que duró 23 años. Trabajó durante algunos años como cooperador en la parroquia de San Clemente; luego fue nombrado párroco de San Matías en Berlín-Schöneberg. Allí vivió los años terribles de la primera guerra mundial, los disturbios de la posguerra y un largo período de la época de Weimar. La situación de la diáspora en Berlín le obligó a afrontar notables exigencias pastorales. En 1929 fue nombrado párroco de la iglesia de San Lamberto en Münster.

A la muerte del obispo Johannes Poggenburg, fue nombrado obispo de Münster. Recibió la consagración episcopal el 28 de octubre de 1933. Eligió como lema: "Nec laudibus, nec timore" (Ni por alabanzas ni por amenazas me desviaré de los caminos de Dios).

En su primera carta pastoral, para la Cuaresma de 1934, desenmascaró la ideología neopagana del nacionalsocialismo. En los años siguientes defendió continuamente la libertad de la Iglesia y de las asociaciones católicas, así como la enseñanza de la religión. En un sermón en la catedral de Xanten, en la primavera de 1936, acusó abiertamente al régimen nacionalsocialista de discriminar a los cristianos, encarcelarlos y hasta matarlos.

Mons. Clemens August von Galen fue uno de los obispos que Pío XI invitó a Roma en enero de 1937 para conversar con ellos sobre la situación en Alemania y para preparar la encíclica "Mit Brennender Sorge" (Con gran preocupación), en la que el Papa acusó al régimen nacionalsocialista ante la opinión mundial. Gran resonancia mundial tuvieron más tarde, como punto culminante de su resistencia abierta contra el nacionalsocialismo, los tres famosos sermones que pronunció en el verano de 1941 ―el 13 de julio y el 3 de agosto― en la iglesia de San Lamberto y ―el 20 de julio― en la parroquia de Nuestra Señora en Münster, llamada "Überwasserkirche"; en ellos condenó los abusos del Estado y reclamó el derecho a la vida, a la inviolabilidad y a la libertad de los ciudadanos. Fustigó duramente el asesinato de los discapacitados físicos y mentales por considerarlos "improductivos". Por su actitud valiente fue llamado "el León de Münster". La autoridad nacional se sintió fuertemente herida y quería detenerlo y asesinarlo, pero temió perder el apoyo de la población católica de la diócesis de Münster para el tiempo de la guerra. El obispo sufrió mucho porque en su lugar llevaron a campos de concentración a 24 miembros del clero secular y 18 del clero regular, de los cuales 10 perdieron la vida.

En los difíciles meses de la posguerra, muchas personas recurrían a él. Se opuso abiertamente a las autoridades de ocupación cuando se quería cometer alguna injusticia. Contradijo enérgicamente a la opinión entonces dominante de la culpabilidad colectiva de todos los alemanes.

Pío XII lo creó cardenal el 18 de febrero de 1946, como reconocimiento a su actitud intrépida durante el período del nacionalsocialismo. Los fieles que llenaban la basílica de San Pedro aplaudieron cuando recibió de manos del Papa la dignidad cardenalicia. Al regresar a la diócesis, el 16 de marzo de 1946, fue acogido con entusiasmo por una gran multitud. Ante las ruinas de la catedral destruida pronunció su último discurso. Al día siguiente, después de una operación quirúrgica, enfermó de gravedad. Murió el 22 de marzo de ese mismo año y fue sepultado en la capilla de San Ludgero de la catedral derruida.

Fue un hombre de fe profunda y muy piadoso, como lo atestiguan sus cartas; uno de sus primeros actos pastorales fue la institución de la adoración perpetua en la iglesia de San Servacio de Münster. De su oración profunda sacaba fuerza para su inquebrantable resistencia a la injusticia e inhumanidad de los poderosos nacionalsocialistas y para su acción pastoral. Muchas veces, al alba, peregrinaba al santuario de la Virgen en Telgte para suplicar la protección de la Madre de Dios. Sigue siendo también hoy modelo para afrontar la "dictadura" de la moda o de la opinión pública, y enseña que se debe sacar la fuerza para ello de la fe personal y de una religiosidad auténtica.

(fuente: www.vatican.va)

viernes, 21 de marzo de 2014

21 de marzo: Santa Benita Cambiagio Frassinello

En Benita Cambiagio Frassinello, la Iglesia nos muestra un ejemplo de Santa que fue esposa, madre, religiosa y fundadora.

Ella se dejó conducir por el Espíritu Santo a través de la experiencia matrimonial, de educadora y de consagrada, hasta llegar a fundar un Instituto que, caso único en la hagiografía cristiana, guió con la colaboración generosa y discreta de su marido.

Benita Cambiagio Frassinello nació en Langasco (Génova), el 2 de octubre de 1791. Hija de José y Francisca Ghiglione, y fue bautizada dos días después. Durante su adolescencia su familia se traslada a Pavía.


Juventud

Recibe de sus padres una profunda educación cristiana que radica en ella los principios de la fe y plasma su carácter volitivo y perseverante.

Hacia los 20 años vive una fuerte experiencia interior que acrecienta en ella el amor a la oración y a la penitencia y, en modo especial, el deseo de abandonarlo todo para consagrarse enteramente a Dios.

No obstante, se casa el día 7 de febrero de 1816 con Juan Bautista Frassinello, un joven ligur que había inmigrado con su familia a Vigevano.


Esposa – hermana ejemplar

El camino de Benita en búsqueda de la voluntad de Dios es bastante arduo y difícil; se ve empujada por un impulso interior hacia la vida de virginidad, cultivado desde su adolescencia. Vive dos años casada, después de los cuales tiene la alegría de realizar, en ese estado, el aspecto profundo y sublime de la virginidad espiritual. De común acuerdo con su marido, que atraído por la santidad de Benita abraza este ideal, vive a su lado como hermana. Juntos se ocupan, con gran dedicación, de la hermana María, gravemente enferma de cáncer intestinal, alojada en su casa.

Benita y Juan experimentan una maternidad y una paternidad espirituales sobrenaturales, en la fidelidad al amor esponsal sublimado.

En 1825, cuando muere María, Juan Bautista entra en la comunidad de los Somascos y Benita en las Ursulinas de Capriolo. Amor esponsal exclusivamente consagrado a Dios

En 1826 por motivos de salud Benita vuelve a Pavía. Curada prodigiosamente por San Jerónimo Emiliani, se ocupa de las chicas con la aprobación del obispo, mons. Luigi Tosi.

Como necesita ayuda, que su padre le rechaza, el Obispo llama de nuevo a Juan Bautista, el cual deja el noviciado y regresa al lado de su mujer, renovando juntos el voto de castidad perfecta delante del Obispo.

Los dos se dedican generosamente a la acogida y educación humano-cristiana de las chicas pobres y abandonadas.


Educadora

La obra de Benita se inserta en la vida social de Pavía en un período en el que la institución de la escuela era acogida como auténtica portadora de bienestar.

Es la primera mujer de la ciudad y de la provincia que ve esta necesidad y el gobierno austriaco le otorga el título de “Promotora de la Pública Instrucción”.

Ayudada desde el primer momento por algunas jóvenes voluntarias, a las cuales da un reglamento aprobado por la Autoridad Eclesiástica, une a la enseñanza escolar la formación catequística y la formación al trabajo. De ambientes se sirve para transformar a las chiras en “modelos de vida cristiana” y asegurar de esta manera la verdadera formación de las familias.


Contemplativa en la acción

Su constante entrega nace y crece del fervor eucarístico y de la contemplación del Crucifijo, porque ella está convencida que sólo Dios es su verdadero apoyo y protección.

En su vida no faltan experiencias místicas que se repiten, particularmente, en las fiestas litúrgicas sin distraerla de sus obligaciones cotidianas.

Por amor a las niñas está dispuesta a los mayores sacrificios: de su persona, de sus bienes y hasta de la fama, mostrando así la incomparable grandeza de la “pedagogía del Evangelio”.


Capacidad de desprendimiento

La singularidad de la obra y el programa educativo de Benita son duramente criticadas por la oposición de personas poderosas, que se ven molestadas en sus viles intereses, y también por la incomprensión de algunas personas del clero.

En julio de 1838 Benita cede su institución al obispo Tosi y, junto con el marido y cinco fieles compañeras, abandona Pavía y se dirige hacia Liguria.


Fundadora

En Ronco Scrivia abre una escuela para las chicas del pueblo y funda la Congregación de las “Hermanas Benedictinas de la Providencia”, para las que escribe las Reglas‑Constituciones. En ellas queda plasmado el desarrollo del carisma de Pavía, ampliando a todas las chicas y jóvenes la educación, la instrucción y la formación cristianas, con su inconfundible espíritu de ilimitado abandono y confianza en la divina Providencia, de amor a Dios, a través de la pobreza y la caridad.


Desarrollo de la obra

El Instituto de las Hnas. Benedictinas de la Providencia se desarrolla rápidamente. En 1847 también llega a Voghera. Esta sede, cuarenta años después de la muerte de Madre Benita, por obra del obispo diocesano se convierte en Instituto independiente. En tales circunstancias las hermanas toman el nombre de “Benedictinas de la Divina Providencia” en memoria de Benita, su fundadora.

En 1851 Benita vuelve a Pavía, en una zona distinta a la primera fundación, y en 1857 abre una escuela en un pueblo de Valpolcevera, San Quirico.


Entra en el paraíso

El 21 de marzo de 1858 Benita muere santamente en Ronco Scrivia, en el día y hora predichos por ella. Entorno a su féretro se reúne una gran multitud de gente como última manifestación de estima y de dolor hacia la que considera como una “Santa”.

Benita se puede proponer como modelo de vida:

– a las personas consagradas: conformarse a Cristo en el abandono a la amorosa divina Providencia;
– a los esposos: total comunión para una profunda maternidad y paternidad;
 – a los jóvenes: Cristo fuente de alegría e ideal de vida;
– a los educadores: prevenir, comprender, abrir horizontes;
 – a las familias que atraviesan momentos dificiles: aceptar las incomodidades, cuando se está obligado a abandonar la propia tierra y a acoger en su casa a los familiares probados por la enfermedad y ayudarles a morir serenamente.

otros santos 21 de marzo:

- Santa María Francisca de las Llagas

(fuente: www.vatican.va)

jueves, 20 de marzo de 2014

20 de marzo: Beato Hipólito Galantini

Religioso de la Tercera Orden
(1565‑1619).
Fundador de la congregación de la Doctrina Cristiana.
Beatificado por León XII el 12 de julio de 1825.

Hipólito Galantini nació en Florencia de una familia de trabajadores muy honesta. Fue tejedor de paños siguiendo la antiquísima tradición artesanal florentina. Serio, honrado, reflexivo, dedicaba las horas libres de su trabajo a la educación religiosa de los muchachos, especialmente de los muchachos de la calle. Se asoció con otros artesanos igualmente honestos, serios, silenciosos y reflexivos. En la enseñanza catequística demostró tanta aptitud que el cardenal Alejandro de Médicis, después Papa León XI, lo nombró maestro de la doctrina cristiana para la arquidiócesis de Florencia.

Deseoso de mayor perfección, pidió ser admitido entre los Capuchinos, pero por su mala salud no pudo realizar su sueño. Retomó su actividad religiosa didáctica con nuevo empeño y a la vez ayudando en el trabajo manual a su padre.

El 14 de octubre de 1602 en un oratorio que le donaron sus conciudadanos, tomó el hábito de terciario franciscano y fundó la Congregación de San Francisco de Asís para la Doctrina Cristiana. En otras ciudades fundó iguales Congregaciones, como en Lucca, Pistoya, Modena, Volterra y en otros lugares, donde permaneció por algún tiempo. Auténtico hijo del pueblo, Hipólito se consagró totalmente al apostolado de la instrucción religiosa a favor de las clases más modestas. En el campo práctico del apostolado indudablemente es una de las figuras más destacadas. Pertenecieron a su Congregación personajes de alto rango social que no se sentían humillados de unirse a él, pobre obrero, para hacerse maestros de catequesis para el pueblo.

Durante 14 años padeció atroces sufrimientos, que soportó con gran espíritu de sacrificio y resignación. Murió en Florencia el 20 de marzo de 1619, a los 54 años de edad, llorado unánimemente por todos. Tanta era su fama de santidad, que su sepulcro se convirtió en meta de devotas peregrinaciones. Personas de toda condición acudían para pedir a Dios gracias por los méritos de su bienaventurado siervo.

(fuente: franciscanos.net) 

otros santos 20 de marzo:

- San Daniel

miércoles, 19 de marzo de 2014

19 de marzo: Beata Sibilina (Sibila) Biscossi de Pavia

Terciaria Dominica

Martirologio Romano: En Pavía, en Lombardía, beata Sibilina Biscossi, virgen, la cual, ciega a los doce años, transcurrió sesenta y cinco recluida junto a la iglesia de la Orden de Predicadores, alumbrando con su luz interior a muchos que acudían a ella (1367).

Etimológicamente: Sibilina = Sibila = Aquella que es capaz de adivinar el futuro, es de origen griego.
Se le suele llamar indistintamente Sibilina o Sibila.

Nació en Pavía, Italia, en el año 1287. Murió en el año 1367.

Toda su existencia transcurrió en Pavía. Desde los 12 años, se quedó ciega para el resto de su vida.

A los quince ingresó a la Terciaria orden dominica, donde vivió hasta su muerte, enclaustrada en una estrecha celda, cerca del templo de los dominicos en Pavía. Su habitación tenía dos ventanas, una daba hacia el templo y la otra a la calle; a través de la primera recibía la Eucaristía, por la segunda brindaba sabios y prudentes consejos a los numerosos fieles que acudían a ella y enseñaba catecismo a los niños.

Cada día encontraba fuerzas para vivir santa y elegantemente participando de la Eucaristía.

Conocía bien a cualquiera que hablaba con ella, le daba buenas orientaciones y consejos para vivir bien la preciosa vida que Dios nos ha dado.

Nada le impedía hacer el bien. Era el lema de su vida.

Poseía un grado tal de amor y de caridad que nunca se agotaba. Cuando se le presentaba alguna dificultad, acudía a sus fuentes interiores , para desde ellas, sacar el agua necesaria que le quitase la sed o la dificultad que podía atormentarla.

Los santos no nacen. Se hacen cuando viven el Evangelio y su novedad de vida.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

(fuente: catholic.net)

otros santos 19 de marzo:

- San José

martes, 18 de marzo de 2014

18 de marzo: San Frigidiano de Lucca

En Lucca, en la Toscana, san Frigidiano, obispo, el cual, oriundo de Irlanda, reunió clérigos en un monasterio, y por el bien del pueblo desvió el curso del río Serchio para conseguir un fértil nuevo territorio, y convirtió a la fe católica a los lombardos que habían invadido el territorio.

En las inscripciones más antiguas el nombre es Frigianu o Frigdianus. Su fecha de nacimiento se desconoce, y como tierra de origen se indica Irlanda, tierra de evangelización de Occidente, la llamada «isla de los santos». Probablemente se había hecho monje en su patria; después vino a Roma como peregrino y estudiante; y más tarde lo encontramos como eremita en los alrededores de Lucca. Y allí lo van a buscar el clero y el pueblo de la ciudad para hacerlo su obispo, hacia el 560. Este hecho no resulta tan insólito en realidad: su vida austera y su cultura eran notorias, lo mismo que su energía. Cualidades todas siempre preciosas, pero además esenciales en aquellos años tormentosos.

En el 568 la invasión longobarda (ejército y pueblo: solados con sus familias, e incluso animales...) pone fin a la unidad de Italia. El territorio entero resulta dividido irregularmente, con una parte más extensa conquistada por los longobardos, y con las regiones más ricas en manos bizantinas. En las tierras ya pobres la pobreza crece, agravada por la rapiña de los recién llegados, que destruyen incluso el monasterio de Montecassino, y por la baja productividad de los terrenos, favorecida por el desorden en los regadíos. En el territorio de Lucca, las aguas del Serchio, afluente del Arno, transforman a menudo los cultivos en pantanos.

Y aquí interviene Frigidiano, que sabe también de hidráulica: de acuerdo con los dirigentes de la ciudad, proyecta y hace abrir un canal que lleva al Serchio hasta el mar, regenerando el territorio. Y la voz popular transforma la sabia iniciativa en milagro: con un rastrillo -se cuenta- el obispo trazó para el Serchio un nuevo curso, y el río le obedeció. Frigidiano trabaja también en poner orden en su diócesis, en construir iglesias, y se esfuerza además -como tantos obispos de su época- en llevar a la fe a los longobardos, en gran parte arrianos, o incluso paganos. Por obra suya nace una comunidad monástica que tendrá una vida multisecular; de ella se derivarán los «Canónigos de San Frediano», a los que Anselmo de Baggio, luego papa Alejandro II, llamará a guiar a los canónigos de San Juan de Letrán, en Roma.

Los acontecimientos han casi abolido las autoridades civiles tradicionales, y de hecho las suple Frigidiano, como ocurre con otros obispos de la época en otros sitios. Él está con la gente, mezclado con los agricultores y los pescadores, en una intimidad continua y cordial. Su gran popularidad, el aura de prodigios que parece siempre acompañarlo, tantos milagros a él atribuidos, hacen perdurar su culto de siglo en siglo. Frigidiano muere, según la tradición, el 18 de marzo del 588. Aunque el año no es seguro. En el culto local, su fiesta se celebra el 18 de noviembre, aniversario de la traslación del cuerpo a la iglesia de la que es titular. Esto ocurrirá entre el 1024 y el 1032, época de Juan XIX.

Traducido, con escasos cambios, de un artículo de Domenico Agasso en «Famiglia cristiana».

(fuentes: www.santiebeati.it; eltestigofiel.org)

otros 18 de marzo:

lunes, 17 de marzo de 2014

17 de marzo: San Patricio

APÓSTOL DE IRLANDA
(† 493)

La labor y la vida del apóstol de Irlanda recuerdan las hazañas y la santidad de los grandes profetas del Antiguo, Testamento. La razón no es difícil de encontrar si consideramos las circunstancias históricas que rodean su trabajo en aquella isla. El Imperio romano, al extenderse a Francia y a las Islas Británicas, dio lugar a la penetración del catolicismo en aquellas regiones; pero la fe, que había avanzado con las legiones, tuvo que retirarse juntamente con ellas y el paganismo llegó a dominarlas otra vez mediante la invasión de los bárbaros. La divina Providencia eligió nuevos apóstoles para aquellos países, apóstoles dotados de todos los carismas necesarios para la lucha contra las fuerzas primitivas del mal. Por eso las vidas de aquellos misioneros se llenaban de milagros que nos recuerdan las escenas en Egipto cuando Moisés se enfrentó con los magos de Faraón o cuando Elías retó a los sacerdotes de Baal.

El futuro apóstol de Irlanda nació en 372, pero no se sabe con exactitud el lugar de aquel acontecimiento, Algunos lo ponen en Inglaterra, otros en Francia o Escocia. Sin embargo, sabemos algo de sus padres. Su madre, Concessa, pertenecía a la familia de San Martín, obispo de Tours, mientras su padre, Calfurnio, fue oficial del ejército romano, de buena familia. Ambos fueron cristianos. En el bautismo el niño recibió el nombre de Succat —el nombre de Patricio le fue dado mucho más tarde por el papa Celestino, juntamente con la misión de predicar el Evangelio en Irlanda—. De todas maneras, nosotros le llamaremos Patricio desde ahora para evitar confusiones.

En el año 388, cuando tenía dieciséis años, unos piratas le hicieron prisionero, llevándole a Irlanda, donde fue vendido como esclavo a Milcho, jefe de Dalraida, en el norte de la isla. Según sus Confesiones, que escribió más tarde, pasó la vida de esclavitud cuidando de las ovejas de su amo. La divina Providencia utilizó esta etapa de su vida para prepararle su futura misión, porque, en el silencio de las montañas, Patricio se dedicó a la oración muchas veces de día y de noche, de tal manera que podemos afirmar sin reparo que este período de su esclavitud llegó a ser también el principio de su santidad.

Un día, durante sus oraciones, Dios le mandó un ángel para consolarle en su miseria y para revelarle la futura gloria de Irlanda. Al mismo tiempo el ángel le mandó escapar de su dueño y dirigirse a un puerto lejano donde encontraría un barco que le llevaría a la libertad. Patricio obedeció este mandato divino y, efectivamente, al llegar a su destino al sur de la isla, encontró el barco tal como le había dicho el ángel, pero el capitán negóse a ayudarle en su propósito de escapar. Sin perder sus esperanzas, Patricio se puso a rezar y, de repente, el capitán cambió de parecer, le mandó subir al barco y le llevó a Francia. Una vez conseguida la libertad, Patricio se refugió con su pariente, San Martín, quien le recibió en un monasterio cerca de Marmontier. Allí el obispo había construido pequeñas casas para algunos de sus monjes, mientras otros vivían en cuevas cercanas. En estas condiciones de vida ermitaña el joven pasó casi treinta años en preparación para su misión de apóstol. Los monjes vivían separados, reuniéndose solamente para rezar en común dos o tres veces al día según la costumbre de los monasterios orientales. En este ambiente de tranquilidad Patricio empezó el estudio de las Sagradas Escrituras, empapándose cada día más en la doctrina evangélica. Aquí también recibió otra visita angélica en la cual Dios le dio el mandato de convertir a la verdadera religión al pueblo de Irlanda. Al mismo tiempo oyó la voz de un irlandés llamándole para que volviese como misionero al país de su esclavitud.

Cuando murió San Martín, otro santo, Germán de Auxerre, tomó a Patricio bajo su protección de tal manera que se puede decir que, bajo la tutela de él, Patricio empezó la verdadera preparación para su misión. Primero se hizo monje, luego sacerdote y después se fue a la isla de Lerins, aislado del mundo, donde continuó su vida de eremita. Atraídos por la fama de su santidad, muchos otros monjes quisieron reunirse con él, y muy pronto Lerins llegó a ser uno de los más famosos monasterios del mundo. Sin embargo, Patricio se dio cuenta de su obligación de prepararse cada día más para la misión que Dios le había confiado; por lo tanto se marchó a Roma para continuar sus estudios en el Colegio de Letrán.

San Germán le llevó consigo a Inglaterra para ayudarle en su labor de apostolado, pero, después de unos años, Patricio volvió a Roma y recibió del papa Celestino la comisión de ayudar a Paludio en su misión de convertir a Irlanda. Salió con verdadera alegría, pero, antes de marcharse de Italia, recibió las noticias de la muerte de Paludio y otra vez fue a ver al Papa, quien le mandó recibir la consagración como obispo, juntamente con los poderes necesarios para su misión. Le consagró Máximo de Turín en Eboria, la moderna Ivrea, en el año 432, en la presencia del papa Celestino, quien le dio el nombre de Patricio. El nuevo apóstol de Irlanda salió para empezar su apostolado cuando tenía sesenta años.

Unos meses más tarde llegó a Irlanda, y como la gente del pueblo de Bray no quisiera recibirle ni oírle, se marchó otra vez al condado de Meath. Allí convirtió a su primer irlandés, bautizándole con el nombre de Benigno. Este joven llegó a ser el sucesor de Patricio en el arzobispado de Armagh. Después de predicar unos meses en Meath, pasó al condado de Down, más al norte, y fue entonces cuando empezó aquella serie de milagros que nos recuerdan las escenas más famosas del Antiguo Testamento.

El jefe de una tribu de Down, un tal Dichu, quiso asesinar a Patricio, pero, en el momento de clavarle su espada, el Santo le paralizó el brazo derecho, convirtiéndole luego a la fe con muchos de sus súbditos. De Down viajó otra vez hacia el norte, llegando al territorio de su antiguo dueño, Milcho, quien le había tenido como esclavo, mas éste, en vez de recibirle, se mató, después de haber prendido fuego a todas sus posesiones. Pero sus hijos se convirtieron con mucha gente de la región. Era ya Pascua de Resurrección del año 433. Patricio había estado en Irlanda solamente un año; sin embargo, el éxito de su misión estaba casi seguro. Pero ahora iba a enfrentarse con la prueba más dura de todas.

Todos los años, en aquellas fechas, los sacerdotes druidas tenían la costumbre de reunirse en Tara con el rey Laeghaire para la ceremonia del fuego sagrado. En este acto Patricio vio la oportunidad para enfrentarse de una vez con aquellos sacerdotes paganos que tenían en esclavitud el alma del pueblo entero. Para ello, cuando estaban reunidos todos para encender el fuego sagrado, apareció Patricio con sus sacerdotes en una montaña de Tara, al otro lado del valle, y allí encendió el fuego del Sábado de Gloria. Nada más ver aquellas llamas, los sacerdotes acudieron presurosos al rey Laeghaire para decirle que, si aquel fuego sacrílego no era apagado en seguida, sería imposible apagarle ya nunca.

A pesar del mandato real y de todos sus esfuerzos los paganos no consiguieron apagar el fuego que había encendido el Santo, ni tampoco matar a Patricio quien, al día siguiente, fue a entrevistarse con el rey, rodeado de sus sacerdotes. Los druidas hicieron todo lo posible para vencer al apóstol mediante sus artes mágicas, pero no contaron con el poder milagroso de Patricio. Delante de todos cubrieron el cielo con una nube que convirtió el día en noche, pero no pudieron disiparla cuando les retó Patricio, quien, con una oración, hizo salir el sol. El jefe de los sacerdotes se hizo levantar en el aire por magia, pero después de otra oración de Patricio, fue lanzado contra las rocas, con tal fuerza, que murió en el acto. Así, en un ambiente que recuerda las famosas hazañas de los profetas del Antiguo Testamento, el cristianismo triunfó en Irlanda. El rey Laeghaire dio al Santo permiso para predicar con toda libertad en la isla y muy pronto se verificó la profecía de los druidas, porque Patricio encendió el fuego de la fe entre los habitantes de Irlanda, de tal manera, que no ha sido nunca apagado desde entonces. Poco a poco consolidó la victoria ganada en Tara. En 444 construyó la iglesia de Armagh y desde allí viajaba constantemente por todas las provincias, construyendo iglesias, consagrando obispos y fundando monasterios. Según una tradición bien fundada, cuando murió había consagrado a 350 obispos y ordenado a más de 2.000 sacerdotes.

Sin embargo, como sabemos por su libro Confesión, escrito por el mismo Patricio, el éxito de su misión no se consiguió sin mucho trabajo y sin pasar por muchos peligros. Una docena de veces fue hecho prisionero por los secuaces de los sacerdotes druidas, escapando por milagro; otras veces trataron de matarle y en una ocasión se salvó por el coraje de un sacerdote fiel, quien, sabiendo el peligro, ocupó el lugar de Patricio, sacrificando así su propia vida para salvar la del Santo. Peor todavía fueron las luchas con el demonio, quien hizo todo lo posible para mortificarle e impedir su labor. El Santo tenía la costumbre de retirarse del mundo a veces para rezar y meditar. En una ocasión lo hizo por cuarenta días, como Moisés, en una montaña que se llama hoy día Croagh Patrick en su honor, Esta vez la razón de su ayuno y oración fue conseguir de Dios ciertos beneficios para el pueblo irlandés. Los demonios le atacaron con más furia que nunca, sabiendo algo de sus propósitos. Después de una lucha feroz, el Santo les venció y, según la tradición, dejaron al país y sus habitantes en paz durante siete años.

Pero ahora, como Jacob, tuvo que luchar con Dios mismo para conseguir lo que quería. Continuó ayunando y rezando hasta que, por fin, el ángel se le apareció para decirle que Dios le había concedido lo que pedía. Según la tradición, los favores especiales obtenidos por el Santo en aquella ocasión fueron los siguientes: Muchas almas se librarían del purgatorio mediante su intercesión; el que, en espíritu de verdadera penitencia y arrepentimiento, rezase su himno antes de morir, conseguiría la bienaventuranza eterna; los bárbaros no vencerían nunca su iglesia; siete años antes del fin del mundo, el mar cubriría la isla para salvar a sus habitantes de las tentaciones y males del anticristo; San Patricio mismo tendría el privilegio de juzgar, juntamente con Cristo, a todos los irlandeses en el juicio final.

Su vida estaba llegando ya a su fin. Una vez afirmada la posición de la Iglesia en Irlanda, el Santo empezó a prepararse para la muerte, habiendo recibido de Dios una revelación diciéndole el día y la hora en que iba a salir de este mundo para recibir el premio de sus trabajos. San Tassack le dio los últimos sacramentos, y el día 17 de marzo del año 493 murió en la ciudad de Saul, siendo enterrado en el sitio donde hoy día está la catedral de Down.

Ahora vamos a examinar su apostolado, para ver cómo consiguió en tan poco tiempo la conversión de toda la isla de Irlanda y de una manera tan duradera. Dejando aparte la divina Providencia, fuente de todo éxito sobrenatural, el secreto de su triunfo está en el hecho de que encontramos en la labor de San Patricio un modelo del verdadero espíritu misionero.

En primer lugar, nunca estuvo contento con trabajo a sus subordinados, sino lo hizo, cuando pudo, personalmente. En todas las regiones de la isla se puso en contacto, primero con los jefes de las tribus, haciendo todo lo posible para convertirles a la fe, o por lo menos, conseguir su amistad y permiso para predicar en el territorio de ellos. La ventaja de este procedimiento se ve claramente, porque así consiguió reducir al mínimo la oposición oficial a su labor. Pero la conversión de los reyes o jefes de tribu siempre tuvo como objeto principal llegar con más facilidad al pueblo. De la misma manera, en vez de acudir a sacerdotes extranjeros para ayudarle en su trabajo, dio la sagrada ordenación a indígenas. Entre estos sacerdotes muchos fueron hijos de los jefes de tribu y alguno había sido antes sacerdote druida. Patricio fundó colegios especiales para los futuros sacerdotes y nunca ordenó a nadie sin asegurarse primero de su conocimiento de la fe y de su santidad moral. Pero quizá las dos cosas que conducían más que nada al éxito de su misión fueron su manera de predicar la fe y su revisión sabia de las leyes del país.

Predicó de una manera muy sencilla y directa, empleando imágenes y ejemplos tomados de la naturaleza y perfectamente adaptados al espíritu poético de la nación irlandesa. Quizás el más famoso es su empleo de la hoja de trébol para demostrar la Trinidad y la Unidad de Dios. Sus temas predilectos fueron la naturaleza y los atributos de Dios, la divina providencia, la redención y sus frutos, la penitencia por los pecados, las responsabilidades que siguen como consecuencia del bautismo, la necesidad de la oración y, sobre todo quizá, la señal de la cruz. El mismo hacía la señal de la cruz cien veces cada día y noche. Entre las oraciones que compuso para el uso de su pueblo, la más famosa, sin duda, es la que se llama La coraza de San Patricio. Es larga y sencilla. Bajo muchas figuras tomadas de la naturaleza insiste en la presencia de Dios en el mundo, sus atributos, y, sobre todo, su especial providencia, cuidando siempre del cristiano fiel.

Otro elemento de su apostolado que ayudó muchísimo para consolidar la fe en Irlanda fue la sabia reforma de las leyes civiles hecha por el mismo Patricio. Al estudiar la constitución civil y política de la isla, encontró un fondo muy bueno y sabio, mezclado con elementos paganos contra la ley divina o natural. Con mucha paciencia reformó aquella constitución, de tal manera, que dejó intacto lo bueno, cambiando solamente aquella parte que era pagana y falsa. Así la jurisprudencia irlandesa dio lugar al Sanchus Mor, el código irlandés de leyes civiles y religiosas. De aquí nació, un poco más tarde, todo el sistema penitencial de los celtas. Quizá este mismo espíritu de adaptación le llevó a determinar, como fecha para Pascua de Resurrección, una fecha distinta de la del resto de Europa, tanto como el uso de la tonsura celta, adoptada por los monjes irlandeses, y, sin duda, de origen druida. También es digno de notar que, en Irlanda, bajo el mando de San Patricio, el obispo de la diócesis fue, casi siempre, abad de un monasterio, un hecho que deriva de la constitución civil de las distintas regiones de la isla. Gran parte del éxito del apostolado de San Patricio se debe a esta adaptación del paganismo a la verdadera religión.

Los escritos del Santo, especialmente su Confesión y la Epístola ad Coracticurn, nos permiten ver con bastante claridad el carácter y la personalidad del apóstol de Irlanda. Un hombre sencillo, con gran espíritu de humildad y de pobreza, demuestra al mismo tiempo un celo en su apostolado y una fortaleza que recuerdan los apóstoles de Jesús y los profetas del Antiguo Testamento. Cuando no está ocupado con el apostolado activo, se dedica a la oración y a la penitencia. Cariñoso y bondadoso, insistiendo siempre en el perdón del enemigo, se revela al mismo tiempo temible en la represión del mal, especialmente contra los enemigos de la fe. Debido a esta firmeza, el nestorianismo nunca logró penetrar el catolicismo de Irlanda, pero sí el pelagianismo, quizá por razón del origen celta de su autor. La prueba de la eficacia de su labor y apostolado se encuentra en el hecho de que el catolicismo de la nación irlandesa sigue siendo, aún hoy día, una de las estrellas más brillantes en la corona de la Iglesia de Dios.

escrito por David L. Greenstock
(fuente: www.mercaba.org)

otros santos 17 de marzo:

- Santa Gertrudis de Nivelles, Abadesa

domingo, 16 de marzo de 2014

16 de marzo: Beata Benedicta de Asís

Ingresó a las Clarisas de Asís en 1214, sucedió a Sta. Clara en el govierno del monasterio de San Damiano, permaneciendo en ese cargo hasta 1260.

Pudo asistir a la construcción de la basílica en honor de Santa Crala, y al traslado de las Clarisas desde el local anexo a la vieja iglesia de San Jorge.

Murió de causas naturales en el año 1260.

Sus restos se encuentan en la Basílica de Santa Clara de Asís.

(fuente: catholic.net)

otros santos 16 de marzo: 

sábado, 15 de marzo de 2014

15 de marzo: San Raimundo de Fitero

ABAD DE FITERO
(† 1163)

"Fue así que, impelido y forzado de divino impulso, se levantó como en sueños, y, despavorido, se fue al aposento de Raimundo, que estaba contiguo al suyo, y con voces desmedidas y alteradas, que no parecían de su ordinaria modestia, se despertó diciendo: "Santo, Padre, vamos a la guerra contra lo moros." El santo viejo, admirado de lo que miraba, como quien conocía la religión, quietud y discreción de fray Diego, le despidió con amor y con blandura. Mandóle se volviese a su aposento, diciéndole: Que la verdadera guerra del monje había de ser la quietud y soledad, hacer penitencia y llorar sus culpas y las del pueblo."

Esto ocurría en Toledo, en una noche de enero de 1158. Y es que la tarde anterior, fray Diego Velázquez, hombre de ilustre linaje, burgalés de Bureba, amado del rey emperador, muerto poco ha, había escuchado del rey don Sancho III, su amigo de infancia, el gran peligro que corría la plaza de Calatrava, llave estratégica de Toledo y, por tanto, en aquel entonces, de la cristiandad de la península Ibérica. Sentía en sus venas el fuego del caballero de antaño, hoy escondido tras los pliegues del hábito monacal, y la pesadilla durante el sueño era la congoja del antiguo soldado. Raimundo Abad lo había llevado consigo a Toledo, desde el monasterio de Santa María de Fitero, entonces tierra de Castilla, para tener más fácil acceso ante el rey, quien había convocado Cortes en dicha ciudad imperial, al heredar de su padre Alfonso VII el reino y la corona, Era necesario confirmar los privilegios y concesiones que Raimundo en sus años de abad había conseguido para su monasterio en tiempos del emperador.

Raimundo, cuya cuna se disputan, aun hoy día, y ya quizá hasta el fin de los tiempos, San Gaudencio de Francia, Tarazona de Aragón, así como Tarragona y Barcelona, fue, desde sus más tiernos años, "en las costumbres compuesto, en el hablar parco, en las palabras grave, en las acciones modesto. Con los mayores reverente, con los iguales benévolo, con los inferiores apacible. Y en suma, por aquellas pueriles disciplinas, abrió bien a prisa camino a una gran perfección, y en aquel primer bosquejo dio bien claro indicio de la belleza de la imagen que había de representar por el tiempo adelante". Sujeto de tales prendas, era natural que su destino fuera para el santuario.

Bien pudiera ser que fuese hijo de alguno de los gloriosos conquistadores de Tarazona, ganada a los moros en 1120. Y así lo vemos canónigo de aquella iglesia, como lo atestiguará más tarde su primer obispo, don Miguel, monje benedictino, quien en escritura de donación, fechada en 1148, decía: "Hago esta donación a ti, Raimundo, venerable y religioso varón, antiguamente hijo de Nuestra Iglesia, mas ahora mudado para mejor orden y mejor hábito, abad de Nienzabas". El trato con su obispo, monje benedictino, y la fama de santidad de la Orden del Cister, ¿influyeron en la vocación monacal de Raimundo? Bien pudiera ser. Lo cierto es que de canónigo de Tarazona pasa a monje del monasterio de Nuestra Señora de Scala Dei, fundado en la provincia de Gascuña.

Su virtud, con la consecuente reputación, le traicionaba, y a pesar de su humildad, los ojos de los monjes, y más los de los superiores, se clavaban en él. Por eso, cuando el abad de Scala Dei, que se llamaba don Bernardo, quiso fundar en España, eligió como abad del nuevo monasterio al piadoso Durando, y como prior del mismo al santo Raimundo.

Con los brazos abiertos los recibió el rey emperador, quien los envió a llamar, aunque no pudo despacharse a su gusto, porque andaba en guerras con el de Navarra. Por orden del rey Alfonso VII, hicieron primer asiento en un monte llamado Yerga, donde, ya de tiempos antiguos, existía una ermita dedicada a la Santísima Virgen. Pero al año siguiente, que era el de 1140, les donó el rey una villa arruinada por los moros, y que se llamaba Nienzabas. A los cuatro años, y muerto el abad Durando, fue elegido Raimundo, cuya fama de santo y taumaturgo se extendía por todos los alrededores. Abad de Nienzabas, aparece ya en la escritura de 1146 en que el rey emperador donaba al monasterio la Serna de Cervera y los Baños de Tudesón, los actuales Balnearios de Fitero.

Como tal abad, asistió Raimundo, con los otros abades de la Orden, al capítulo general del Cister. Allí se encontraba el Sumo Pontífice, monje de igual hábito, Eugenio III. A música suave sonaría en los oídos de Raimundo, y dulce miel gustarían sus labios, el oír y leer el gran privilegio de amparo que el Pontífice concedió en esta ocasión para el monasterio de Nienzabas: "Eugenio, obispo siervo de los Siervos de Dios, a los amados hijos Raimundo, abad de Santa María de Nienzabas, y a sus monjes, así presentes como futuros... Le recibimos debajo de la potestad del bienaventurado San Pedro y nuestra... A los quince de las Kalendas de octubre, año de la Encarnación del Señor, de mil y ciento y cuarenta y ocho, de nuestro Pontificado en el tercero."

En este mismo año, y mejorando notablemente, trasladó el monasterio a Castejón, lugar más acomodado que todos los anteriores. Como abad de Santa María de Castejón, aparece en la donación que, aún en vida de su padre el emperador, hizo el futuro rey Sancho III, del castillo de Tulungen y asimismo, con igual título, en la concesión de otras mercedes, hechas por el rey don Sancho el Sabio, de Navarra. Pero Castejón tampoco fue el sitio definitivo.

Ignorado el lugar del nacimiento de nuestro santo abad, daría, empero, Raimundo existencia y vida, renombre y gloria, a una heredad, llamada Fitero (por el nombre de un montículo denominado Hitero —hito o mojón— que hoy conserva su nombre Piedrahitero) donada en 1150 por don Pedro Tizón y su mujer doña Toda, de Tudela, abuelos del gran arzobispo, navarro de nacimiento, don Rodrigo Jiménez de Rada. Allí se fundó el monasterio de Santa María de Fitero, cuyo grandioso templo de piedra, con sus tres amplias naves, sería más tarde construido, casi en su totalidad, por el antedicho arzobispo don Rodrigo. De este monasterio de Santa María de Fitero, fue primer abad San Raimundo, que, con Durando, primer fundador en España, llegarán a setenta y seis, hasta fray Bartolomé Oteyza, bajo cuyo gobierno fue suprimido en 1834. Así podrá afirmarse siempre que la mayor gloria de Fitero es su abad San Raimundo. Al que dejaron perplejo las voces de su fidelísimo monje, fray Diego, en aquella noche de enero de 1158.

¡Calatrava! También quedaría inmortalizado este nombre, más que por el santo monje Raimundo, eso lo fue Fitero, por el guerrero valiente, invicto soldado, fundador de la orden militar. ¿Mitad monje, mitad soldado? ¡Monje de cuerpo entero, soldado de pelo en pecho!

Si tranquilo quedó fray Diego con el mandato del abad, preocupado quedó Raimundo, quien, puesto en oración, comprendió que Dios le pedía el hacerse cargo de la defensa de Calatrava. Y el abad Raimundo y fray Diego Velázquez, se presentaron al rey, caballeros andantes de páginas de leyenda, pidiéndole la defensa de la plaza de Calatrava, entregada al soberano por los caballeros templarios, defensores de la misma desde la conquista por Alfonso VII en 1147, pero temerosos ahora, 1158, ante los formidables preparativos que hacían los enemigos del nombre cristiano. La santidad del abad y el recuerdo del valor guerrero de fray Diego, movieron a Sancho III a escribir lo siguiente en Almazán: "Yo, el rey Don Sancho, por la gracia de Dios, hijo del ilustre emperador de las Españas de buena memoria, por inspiración divina, hago carta de donación y texto de escritura para siempre, valedero a Dios, y a la bienaventurada Virgen María, y a la Santa Congregación del Cister, y a vos dom Raimundo, abad de Santa María de Fitero, y a todos vuestros frailes, así presentes como futuros, de la villa que se llama Calatrava, para que la tengáis y poseáis, libre y pacífica, por juro de heredad, de ahora para siempre, y la defendáis de los paganos enemigos de la Cruz de Cristo, con su favor y nuestro... Fecha la carta en Almazán en la era de mil y ciento y noventa y seis (año 1158), en el mes de enero del año en que murió el famosísimo señor don Alfonso emperador de las Españas. Yo, el rey Don Sancho, rubrico y confirmo con mi propio sello esta carta, que yo mandé escribir."

Asegurada la defensa de Calatrava, Raimundo volvió a Fitero, y con su "Dios lo quiere" enardecido, regresó a la plaza al frente de veinte mil hombres —monjes, labradores y artesanos— a Ios cuales estableció en sus nuevos dominios entre campos y aldeas, alrededor de la fortaleza, convirtiendo en posición inexpugnable, lo que hasta entonces, había sido temor y angustia insuperables.

Con esto quedó de hecho trasladada la abadía de Fitero a Calatrava, aunque no quedó la primera vacía y abandonada, ya que el abad de Scala Dei, que llevó muy a mal la obra de Raimundo por haberse hecho sin tomar su parecer, envió monjes en número suficiente Para continuar la vida monacal, como hasta entonces, ejemplar y edificante.

Una tradición secular afirma que el santo abad aprovechó esta oportunidad para pedir y obtener del rey el regalo de una preciosa imagen de la Santísima Virgen, que, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Remedios, se veneraba en Toledo y a la que San Raimundo profesaba especial devoción. Enviada al monasterio de Fitero, es desde tiempo inmemorial la patrona del pueblo con el poético título de la Virgen de la Barda (barda o zarza sin espinas), y cuya fiesta se celebra el domingo inmediato posterior al 8 de septiembre. Así lo cree, así lo reza y así lo canta Fitero en su estrofa y estribillo: En Toledo venerada—fuiste algún tiempo Señora—y en Fitero sois ahora—de todos Madre aclamada. Pues sois imán verdadero—que roba los corazones—colmadnos de bendiciones—¡oh Patrona de Fitero!

Raimundo creyó llegado el momento de organizar aquella muchedumbre, que le seguía entusiasmada, al estilo de las órdenes militares, que tantos laureles obtuvieron peleando en distintos lugares de la cristiandad, y fundó en ese mismo año 1158 la orden militar religiosa de Calatrava, la más antigua de las españolas, cuya constitución fue aprobada por Alejandro III en bula de 25 de septiembre de 1164, y que tanta gloria daría a España en el transcurso de los siglos. Monjes y caballeros, bajo el manto del santo abad, según la regla de San Benito y constituciones del Cister.

El rey don Sancho fue testigo de la vida de aquellos monjes-soldados, de aquellos soldados-monjes. "Hallóse en Calatrava un día que se ofreció rebato de moros. Vio la prisa y ánimo con que los monjes y caballeros salían al enemigo, y vio a los mismos, después de recogidos, en el coro a completas, las manos cruzadas, los ojos en tierra, cantando las divinas alabanzas con notable espíritu. Admirado de tal mudanza, dijo al abad: Paréceme, padre, que el son de las trompetas hace a vuestros súbditos lobos, y el de las campanas corderos. Será, respondió el santo abad, porque aquéllas los llaman para resistir a los enemigos de Cristo y vuestros, y éstas para alabarle y rogar por vos."

Pero quien mejor refleja lo que era la vida de aquellos calatravos es el mismo arzobispo don Rodrigo, cuando años más tarde escribía: "Su multiplicación es la corona del príncipe. Los que alaban al Señor con salmos se ciñeron espada, y orando gemían para la defensa de la patria. Su pasto es una comida tenue y ligera: su vestido la aspereza de la lana. La continua disciplina los prueba, la guarda del silencio los acompaña, el frecuente arrodillarse los humilla, la vigilia de noche los quebranta, la oración devota los enseña, y el continuo trabajo los ejercita."

Esta era la obra del santo abad, porque Raimundo era así. Podía entonar el Nunc dimittis, y exclamar con San Pablo: Cursum consummavi. En efecto, pasados cinco años de abad de Calatrava, "haciendo igual guerra a los enemigos de la cruz, a los demonios cantando en el coro, y a los infieles peleando en el campo", lo encontramos en Ciruelos, donde, adornado de múltiples laureles, obtuvo en 1163 la victoria definitiva, corona de santo monje, palma de caballero militar fundador, que el justo juez colocó sobre su cabeza y puso en sus manos.

En Ciruelos fue enterrado su cuerpo, hasta que en 1471 fue trasladado al monasterio de Monte Sión de Toledo, quedando definitivamente en sepulcro rico y curioso, mandado construir en 1570 por el abad de Fitero, venerable fray Marcos de Villalba. En él se lee esta inscripción: "Aquí yace el bienaventurado fray Raimundo, monje de esta orden, primer abad de Fitero, por quien Dios ha hecho muchos milagros; el cual, de licencia del rey Sancho el Deseado, defendió a Calatrava de los moros, e instituyó en ella el orden militar de Calatrava. Murió año de mil y ciento y sesenta y tres: trasladóse aquí, año de mil y quinientos y noventa". Hoy día, y desde el siglo pasado con motivo de la exclaustración, las reliquias del santo abad de Fitero se encuentran en la catedral de Toledo, encerradas en preciosa urna, sobre la que campea victoriosa la cruz de Calatrava. La fiesta de San Raimundo se celebra el 15 de marzo.

¿Anacrónica esta vida? ¿Trasnochada esta historia? ¿Fuera de lugar en páginas de actual "Año Cristiano? Hermano lector, nuestra vida es lucha, combate y pelea, como dice el Espíritu Santo. Nuestra alma tiene sus tres grandes enemigos. También ella constituye para nosotros el gran castillo interior, la Calatrava de nuestro espíritu. Hay que defenderla sin tregua ni cuartel. Se nos dice que debemos ser mitad monjes, mitad soldados. Está bien. Pero, en este combate espiritual, donde la oración es el arma principal y donde la cooperación a la gracia debe ser generosa, mejor será imitar a San Raimundo, modelo para todas las épocas, siendo como él: "Monjes de cuerpo entero, soldados de pelo en pecho". Que él así nos lo alcance.

escrito por José María García Lahiguera 
(fuente: www.mercaba.org)

otros santos 15 de marzo:

- Beato Artémides Zatti
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